Las madres de Soacha y el arte como memoria

libardo Vargas Celemin

En el mes de febrero del 2008 se registraron una serie de desapariciones de jóvenes en el municipio de Soacha. Meses después se informa que 19 de ellos fueron dados de baja en combates con el Ejército nacional. Un grupo de madres viaja a Ocaña a reconocer a sus hijos y se inicia el oprobioso camino de estas mujeres para demostrar la inocencia de sus hijos y el crimen cometido por las fuerzas del gobierno.

Así nace este grupo de mujeres humildes que, sobreponiéndose a todo tipo de obstáculos, se han erigido como la conciencia civil contra las atrocidades cometidas como resultado de la famosa Directiva Ministerial número 29, que desembocó en verdaderas masacres para entregarle resultados al presidente de la época. Hasta la fecha se han presentado más de 4.500 denuncias por los llamados “falsos positivos” y las condenas han sido mínimas.

Las madres de Soacha se llenan de coraje, sacan a relucir su infinita capacidad de lucha y se aglutinan para impedir que la muerte de sus hijos quede impune y que se sigan presentando estas infames prácticas oficiales. Realizan una serie de actividades de denuncias, reciben solidaridad de muchas organizaciones y se enfrentan a la tortuosa espera de resultados que llegan muy lentamente. Es entonces cuando visualizan el arte como posibilidad para amplificar las denuncias y dejar testimonio de lo ocurrido.

La relación del arte con la memoria se funde desde los primeros inicios de la humanidad y siempre actúa como un elemento catártico que cumple a la vez un papel de denuncia y crítica. La profesora Ivonne Pini afirma que “el arte es uno de los espacios en los que la memoria reaparece con un valor simbólico profundo, evita la amnesia y provoca fracturas en las interpretaciones tradicionales de memoria e historia”.

Estas mujeres dedicadas antes a sus trabajos domésticos, que nunca habían explorado las posibilidades del arte, se convierten en actrices de teatro y bajo la dirección del maestro Carlos Zatisabal llevan a la escena “Antígona, tribunal de mujeres”, un hipertexto de creación colectiva que resulta del cruce de la clásica tragedia “Antígona” de Sófocles, con la experiencia que ellas han tenido que vivir en pleno siglo XXI.

Blanca Nubia Monroy, Carmenza Gómez Romero, Ana Cecilia Arenas, y demás integrantes de este grupo, dejaron sus oficios domésticos para enfrentarse a una actividad que, además del goce personal de encontrarse con expresiones artísticas antes lejanas a sus intereses, les permiten llevar ahora la recreación de su tragedia, no solo a escenarios del país, sino también a tablados de Canadá, México y España, donde sus voces y gestos exigen justicia y condenan moralmente a los responsables que todavía fungen como líderes del país.

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