Las explosiones contra la paz

libardo Vargas Celemin

Como en el poema de García Lorca: “A las cinco de la tarde/Eran las cinco de la tarde”, cuando tres rostros frescos entraron a la galería de los miles de seres humanos que han caído víctimas de las mentes enfermizas que, aun consideran la violencia, como la única forma de alcanzar sus objetivos.

“El viento se llevó los algodones / a las cinco de la tarde” y las tres mujeres que, a lo mejor no cruzaron sus miradas al entrar en el fatídico espacio donde se ampollaba la muerte, solo escucharon, segundos antes, el vocerío de los capitalinos que tampoco imaginaron que iban a ser testigos de la desaparición de tres mujeres jóvenes, cuyas vidas se agotaron por la perversa voluntad de quienes se creen dueños de las existencias ajenas.

“Y el óxido sembró cristal y níquel/ a las cinco de la tarde/”, mientras el humo en el segundo piso del Centro Comercial Andino, encubría la acción de los cobardes, que no encontraron otra forma de decirle a Colombia, que son los enemigos de la paz y que están dispuesto a sembrar el terror, con el fin de detener los avances de los que sí les están cumpliendo al país entregando las armas y confiando en que el Gobierno también les cumplirá a ellos, pese a las vacilaciones y lentitudes burocráticas.

La Explosión del Andino se llevó a Ana María Gutiérrez y Lady Paola Jaimes, dos colombianas que jamás debieron pensar en lo riesgoso de ir de compras un sábado en la tarde. También murió allí la ciudadana francesa July Huynh, quien había desafiado la inseguridad, como voluntaria social en una comunidad del sur y cayó donde menos se lo imaginó: el centro de la ciudad.

Pero existen otras explosiones que, si bien no causan destrozos materiales ni dejan muertos, son tan peligrosas como las bombas de nitrato de amonio, aluminio y azufre, que detonaron el sábado anterior. Estos francotiradores son conocidos, porque han ocupado importantes cargos, se nutrieron de las doctrinas incendiarias que defendieron a mediados del siglo pasado, otros dementes que provocaron una guerra inútil y ahora ellos siguen haciendo esfuerzos para desestabilizar a Colombia y recuperar el poder perdido hace una década. A ellos no les interesa la convivencia, sus obsesiones están puestas en generar confrontaciones a todos los niveles.

Quienes, a pesar de las imperfecciones que le han ido apareciendo en el camino, seguimos creyendo en el proceso de paz, debemos esforzarnos para que se materialice esa segunda oportunidad que nos merecemos sobre la tierra, pues sólo así lograremos que a las cinco de la tarde y a todas las horas del día florezca entre nosotros, la sonrisa de un país solidario, equitativo, incluyente y participativo.

lcelemin2@gmail.com

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