La lógica de la celebración

libardo Vargas Celemin

Resulta un lugar común decir que el fútbol no tiene lógica, sin embargo, cuando intentamos reflexionar sobre este enunciado, nos encontramos con que tal vez a quienes nos falta lógica, sobre todo para celebrar los resultados futbolísticos, es a los seres humanos, ya que actuamos movidos por el fanatismo y el apasionamiento, a veces chovinista, que nos impide dimensionar el sentido real de esta actividad.

En estos momentos estamos viviendo en la región la demostración evidente de lo que produce el fanatismo y, todo, gracias a los logros del Deportes Tolima en las últimas semanas. Antes del sábado el equipo no era más que un desarticulado conjunto, que iba directo a la eliminación. Camargo no pasaba de ser un arrogante y prepotente empresario de la avicultura que, cada que se ponía bravo, amenazaba con llevarse el equipo para otra parte. Y que, como retaliación por la baja asistencia al estadio, había elevado sustancialmente el costo de la boletería para los partidos de la semifinal. Los jugadores eran blanco de críticas mordaces. Marcos Pérez era el más mencionado en las redes sociales, por sus aparatosas actuaciones.

Pero de repente las cosas cambiaron, porque si hay algo tornadizo es la opinión de los aficionados al fútbol. El domingo la euforia colectiva resucitó en las calles de la ciudad de la música. Volvimos a ver las camisetas, las cachuchas, las banderas y las chalinas vino tinto y oro. Gamero se convirtió en el entrenador más exitoso del país.

A “Don Gabriel Camargo”, se exaltó como estratega de la administración, se le perdonó sus “pecadillos” y se comentó su entrega desinteresada por el equipo. Los jugadores que, antes eran una especie de bosques de piernas ancladas en la grama, se transformaron en un onceno ágil y comprometido con la camiseta. “Marquitos Pérez” se volvió héroe en los comentarios callejeros.

Sin haberle ganado a Santa Fe (*) ya estábamos disputando la final con Millonarios o América. Los pesimistas auguran por lo menos otro subtítulo para la afición. ¿Cuál afición? Gritan los autodenominados “verdaderos seguidores”, los que jamás han abandonado las graderías de la 37. Hasta los desarraigados (aquellos que, habiendo nacido y vivido en la región, se van con equipos de otras partes), celebran en silencio, porque de todas maneras “la tierrita llama”.

Está bien que nos llenemos de euforia, no siempre estamos en la parte alta de la tabla, como dicen los comentaristas, pero reservémosle un espacio a la racionalidad, pensemos que es solo un juego y que tanto el triunfo como la derrota, hacen parte de la cotidianidad del ser humano y no nos hace menos ni mejores personas y en cambio nos permite disfrutar plenamente de ese invento que llamamos fútbol.

(*) Esta columna se escribió el martes.

lcelemin2@gmail.com

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