“El aprendiz” de presidente

libardo Vargas Celemin

En enero de 2004 la NBC inició la transmisión de un “Reality Show”, con el nombre de “El aprendiz” programa presentado por el multimillonario Donald Trump, dueño de un gran imperio económico y quien en el año 2016 se convertiría en el presidente número 45 de los Estados Unidos. “El aprendiz” exploraba el mundo de la alta gerencia y 16 participantes se enfrentaban con una serie de actividades que median su capacidad emprendedora y de gestión. El ganador recibía el nombramiento en un cargo en una empresa de Trump, durante un año y con un sueldo envidiable. En el reality mencionado, Trump pudo dar rienda suelta a su chabacanería, sus toscos modales y, sobre todo, las concepciones ideológicas y políticas que lo ubicaron como una de las personas más conservadoras del sistema norteamericano.

Trump no pudo ocultar años más tarde, cuando estaba en campaña política, sus actitudes egocéntricas, estridentes, xenofóbicas y machistas. Tampoco lo ha hecho en el año que lleva de presidente, con todas las implicaciones que su desparpajo e irresponsabilidad produce con sus afirmaciones en twiter. Trump estaba convencido que manejar un país de más de trescientos millones de habitantes era igual que hacerlo con los empleados de los hoteles y empresas de construcción, que él trataba con insolencia, contrario a lo que hacía con funcionarios públicos a quienes se les acercaba con gran amabilidad para evadir controles, aprovecharse de situaciones de quiebra y muchas otras trapisondas, en las cuales es un gran experto.

Los anuncios realizados antes de posesionarse sobre la exigencia a México de que hiciera un muro, al igual que la expulsión de indocumentados, persecución a inmigrantes y controles fiscales a mercancías foráneas, generaron desconfianza y pusieron algunas veces a las bolsas del mundo a vacilar. Se creyó que el ejercicio del poder lo haría más cauto, pero resultó lo contrario. Su locuacidad fue en aumento y comenzó a buscar camorra en distintos frentes, con afirmaciones que irrespetaban la autonomía de otros pueblos, que su ignorancia, vestida de arrogancia, no ha podido comprender.

Actuó con soberbia. Insultó a líderes nacionales y empujó a otros. Hizo cambios geopolíticos como devolverle la antigua condición de capital de Israel a Jerusalén y su última perla, como si fuera un gran académico de la lengua, vetó una serie de palabras de uso universal, para que no aparecieran en los documentos oficiales, en un acto de estupidez extrema.

Definitivamente “El aprendiz”, mediocre comediante, no leyó a Aristófanes cuando enunció que “Hay que ser remero antes de llevar el timón, haber estado en la proa y observado los vientos, antes de gobernar la nave”, si lo hubiera hecho no tendría en ascuas al mundo con tanta amenaza de guerra que de pronto alguien le acepta el desafío.

lcelemin2@gmail.com

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