2018, el panorama político de un país escindido y apático

libardo Vargas Celemin

Cuando se inició el proceso de negociaciones en La Habana fuimos varios los que manifestamos nuestro “Optimismo moderado”, frente a la consolidación de la paz en nuestro país. Lamentablemente algunas de los obstáculos que planteamos por aquel entonces, se vienen sucediendo, entre ellos el incumplimiento sistemático de lo acordado, por parte del gobierno, al igual que el asesinato selectivo de líderes populares, defensores de los Derechos Humanos y exguerrilleros de la Farc, por las fuerzas oscuras que se oponen a que Colombia transite los caminos de la inclusión y el respeto al otro, como pilares de su desarrollo.

La verdad, nada podemos esperar de una clase política, donde la mayoría de sus integrantes actúan para favorecer sus propios intereses y nunca piensan en buscar salidas a los problemas del desempleo, la tenencia de tierra, la salud, la educación, etc. Jamás esa clase podrá direccionar unos programas que rediman las condiciones de pobreza en que se encuentran grandes sectores de la población colombiana.

Para algunos es mucho más importante pagarles a los aportantes de sus campañas con contratos oficiales o asociarse con timadores profesionales para saquear el erario, que buscar soluciones inteligentes y dar ejemplo de honestidad y compromiso durante el mandato que le concedieron sus electores.

No se necesita consultar videntes para que den un panorama de lo que pasará este año en el parlamento. La mediocridad de la gran mayoría de parlamentarios y las prácticas que usan para abortar propuestas favorables al pueblo, nos hacen pensar que el primer semestre del 2018 será una legislatura de lo que llaman en ciclismo “día de descanso”, porque no podrán asistir a los debates, pues estarán ocupados en la consecución de los votos que les permitan mantener sus curules o las de sus familiares, amigos o copartidarios.

Los grandes discursos y profundas reflexiones sobre ética, política, modernidad, justicia y desarrollo estarán ausentes de las plazas públicas. Las propuestas para dinamizar la economía seguirán engavetadas, los insultos, las calumnias, rectificaciones y acusaciones mutuas, serán titulares de periódicos y comentarios de radio.

“Las alianzas programáticas” serán el hazmerreír de los entendidos, mientras sectores del electorado permanecerán expectantes ante los mejores postores y las grandes mayorías guardarán silencio y el día de las elecciones se quedarán haciendo una larga siesta, en nombre de la democracia.

En el 2018 asistiremos a la mayor polarización política vivida en el país. Unos candidatos de izquierda que, si pudieran morigerar sus apetitos personales, podrían hacer por primera vez una gran coalición progresista y una derecha que solo espera deshacer los acuerdos de La Habana, imponer de nuevo la guerra y aumentar la corrupción.

Definitivamente el paso de un año a otro sólo es un espejismo para incautos.

lcelemin2@gmail.com

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