Solidaridad vs. Xenofobia

libardo Vargas Celemin

Resulta paradójico la actitud asumida frente a la situación que se encuentra viviendo el pueblo venezolano. El tema resulta álgido, por cuanto los apasionamientos han llegado al extremo del macartismo, según sea que se hable a favor o en contra de los desplazados, hasta el punto de que algunos han hecho de este fenómeno social, motivo de argumentación en contra de algunos candidatos, poniendo de ejemplo esta crisis y asegurando que hacia allá se va, si se elige determinado presidente.

El mismo gobierno acaba de tomar unas medidas que dejan un sinsabor, especialmente si viene de un Premio Nobel de la Paz. Anuncia que va a construir un albergue para unas dos mil personas, esfuerzo loable, pero seguidamente habla de que es en asocio con las Naciones Unidas. También anuncia destinar mil millones de pesos para la generación de empleo y a continuación vienen las trabas, porque todo extranjero que desee ingresar al país deberá presentar el pasaporte, con todo lo que implica el trámite oneroso del mismo. Y mientras pregona que dará ayuda humanitaria a los desplazados, ordena destruir las trochas por donde ingresan al país.

En Colombia se han levantado voces exigiendo que los empleos y ayudas sean para los colombianos y presionando la deportación de indocumentados, como otrora ocurrió en sentido contrario. A veces historias dolorosas que cuentan los medios hacen reaccionar a la gente y aparecen los samaritanos publicitando sus actos.

El escritor Héctor Abad Faciolince sintetiza esta actitud paradojal, el domingo en El Espectador: “Este fenómeno casi inédito de ver extraños en el propio territorio, saca lo mejor y lo peor de la población: instintos generosos y solidarios, e instintos xenófobos de rechazo”. Y nada hemos hecho para asumir la solidaridad, como una práctica cultural esencial a nuestra condición humana, sin esperar ni medir réditos.

De pueblo hermano hemos pasado a pueblo incómodo. Se nos olvida a los colombianos que, a partir de la segunda mitad del siglo XX, y por motivo de la violencia política auspiciada por los dos partidos tradicionales, miles de colombianos, víctimas del desplazamiento interior, se refugiaron en Venezuela y lograron sobrevivir y levantaron sus familias. Irónicamente ahora, una segunda generación regresa,esta vez a la patria de sus mayores.

También se nos olvidó el clamor, que en la “Carta de Jamaica” realizara nuestro libertador: “Yo deseo más que otro alguno ver formar en América, la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas, que por su libertad y gloria”. Este sueño que también plantearon Francisco Miranda y Martí, ya no hace parte de esa utopía de ser una sola nación para enfrentar el “siete leguas”, nuestro enemigo común, el imperio, porque ahora solo se agitan las banderas mezquinas de la xenofobia.

lcelemin2@gmail.com

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