“Los soñadores”, de regreso a sus lares

libardo Vargas Celemin

El pasado primero de abril, el Presidente de los Estados Unidos, en una de sus habituales reconsideraciones, manifestó que el Daca (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia), desaparecía como política de Estado. Este programa iniciado por Obama, beneficiaba a aquellas personas que habían ingresado antes del 2007 a territorio norteamericano y lo hicieron cuando contaban con menos de 16 años.

Más de 700.000 jóvenes, especialmente latinoamericanos que no cuentan con el estatuto de inmigrante legal, deberán regresar a sus países de origen durante los próximos dos años. A partir de fecha no se expedirán más certificaciones y tampoco se realizarán renovaciones, y se les iniciará los temibles procesos de deportación.

Estos jóvenes, a quienes eufemísticamente se les denomina “soñadores”, habían llegado de pueblos y ciudades lejanas en busca del “sueño americano”, un espejismo para millones de ellos que viajaron con la esperanza de que se volverían ciudadanos estadounidenses, lograrían alcanzar éxito, movilidad social y muchos dólares para redimir a sus familias, pero la realidad era otra y se encontraron con que solo podían enviar exiguas remesas, como producto de los degradantes oficios que adelantaban como ilegales.

Si bien el Daca no era una solución definitiva, sí les permitía un respiro frente a las múltiples peripecias que tenían que hacer para eludir la policía de inmigración. Aunque debían cumplir con una serie de requisitos, entre otros demostrar que vivían en los Estados Unidos en junio del 2012, año en que se promulgó la ley; certificaciones de que no tenían antecedentes criminales, que habían estudiado, pagado servicio militar y muchas otras exigencias más, el ansiado documento les abría las puertas a empleos temporales, licencia de conducción y número de seguridad social.

Duro para quienes creían ciegamente que solo con el trabajo, la disciplina y el buen comportamiento, se harían ciudadanos norteamericanos. Ingenuos tal vez en dejarse obnubilar de los resplandores del centro del capitalismo mundial, sin prever que un día llegaría a la presidencia el mayor xenófobo de los últimos tiempos.

Lamentable que estos “soñadores” no hayan podido materializar sus expectativas en el país de las oportunidades, la democracia y los derechos civiles. Se marcharon a temprana edad de estos territorios sumidos en la pobreza, la inequidad y la exclusión y regresan dolidos por lo que ha significado esta amarga experiencia. Ahora deberán adaptarse a una patria modesta, a un paisaje que les debe resultar precario y a un futuro que le cercena las posibilidades de realización de su proyecto de vida.

Con el tiempo los “soñadores” reconocerán que aquí está ese “pueblito viejo” que marcó sus destinos y terminarán cantando que quieren morir aquí en su suelo, bajo la luz del cielo que un día los vio nacer.

lcelemin2@gmai.com

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