A pesar de todo: “Vivirás mi Tolima”

libardo Vargas Celemin

Hoy hace 157 años, en un campamento militar ubicado en el Alto del Raizal, cerca de Guaduas, entre el olor a pólvora y las emanaciones equinas, nació oficialmente el Estado Soberano del Tolima, que años más tarde (1905) se convertiría en el Departamento del mismo nombre. En este sitio estaban acantonadas las fuerzas liberales que luchaban contra el gobierno de Mariano Ospina Rodríguez, en una de las tantas guerras del Siglo XIX.

Fue tan modesto este acto de fundación, que Darío Echandía contaba como “a falta de escritorio Mosquera había firmado dicho decreto sobre la silla de montar de un macho bayo”. Este hecho, de alguna manera ha marcado la vida de la región. El ser fruto de una estrategia militar convirtió al departamento en el epicentro, ya sea de la Guerra de los Mil días; de la violencia bipartidista de mediados del siglo XX o de las confrontaciones entre guerrilla y el paramilitarismo.

El Tolima, es una tierra donde confluye una población indígena, unas oleadas de inmigrantes provenientes de la zona antioqueña, boyacense y del Valle del Cauca, en un mestizaje que lo hace destacar en algunas áreas de la producción agrícola, industrial y uno que otro proyecto de dimensiones importantes. Sin embargo, existen muchas potencialidades que se han desaprovechado por falta de un liderazgo político y económico que cohesione intereses y aspiraciones.

Si bien es cierto que en el pasado se tuvo una presencia en el campo de la administración pública, la política y la justicia, esta se fue perdiendo y cada vez son menos los cargos importantes ocupados por personajes de la región. Ello implica que se está por fuera de las decisiones nacionales y que la influencia en las altas esferas del poder es nula. Lo anterior como consecuencia de los periodos oscuros donde se exageró el culto a la personalidad y el manejo caudillista se tomó el fortín burocrático y anuló generaciones enteras que no cohonestaron con sus prácticas.

Hoy, la situación ha empeorado, se ha impuesto una clase política mezquina, que ha olvidado el coraje del pasado para montar empresas electorales, amorfas ideológicamente, pero con representación de clanes familiares de gran pobreza intelectual y un desaforado afán por perpetuarse en el poder, sin importar los aportes a la consolidación de una Colombia nueva.

Pero el Tolima sigue vivo y luchando, gracias a las reflexiones y poemas de William Ospina, a los versos de Nelson Romero Guzmán, a las canciones que nos legó Pedro J. Ramos, a las historias que nos entreteje Jorge Eliécer Pardo en sus novelas, a los pincelazos de jóvenes pintores y a esos cientos de sueños que luchan día a día por rescatar el verdadero lugar que nos merecemos.

¡Feliz cumpleaños, mi Tolima!

lcelemin2@gmail.com

Comentarios