El vuelo de la paloma

libardo Vargas Celemin

El origen del símbolo de la “Paloma de la Paz” es muy antiguo y se encuentra ya descrito desde el Génesis (6:14), donde se cuenta que Noé la envió para que explorara si ya había dejado de llover y las inundaciones habían desaparecido, para poder desembarcar en tierra firme. El ave regresó días después con una rama de olivo en su pico y desde entonces se asocia como símbolo de paz.

El maestro Fernando Botero, se dio a la tarea de esculpir en bronce una paloma regordeta, como es su estilo con las imágenes que crea, no la hizo monumental, apenas de unos setenta centímetros de altura y una plataforma de un metro cuadrado, para que pudiera ser exhibida en cualquier salón de la inmensa casa. La obra fue traída desde Florencia Italia, en septiembre de 2016 la obsequió a la colección de pinturas y esculturas del Palacio de Nariño, como un apoyo al proceso de paz, que se debatía en una de sus tantas crisis.

Botero no estuvo en los actos de instalación, pero el presidente Santos si, y expresó sus agradecimientos al escultor: “Le doy las gracias al maestro Botero, tenemos ahora su paloma de la paz para siempre aquí, en el Palacio de Nariño”. Pero ya para terminar su mandato, ordenó retirarla al Museo Nacional, con el argumento de lograr que “sean los ciudadanos los que puedan ver este símbolo”.

Una lectura ligera de este acto presidencial, nos dirá que no tiene importancia, que es uno más en su abigarrada agenda de despedida, pero para los analistas del discurso, hay señales inequívocas de que fue otra jugada política que hizo Santos, pues como sabemos, el cuasi expresidente está temeroso de que Duque haga trizas, no solo los acuerdos del proceso de paz, sino también con los objetos que se relacionan.

Otros afirman que su intención fue salvar a la famosa paloma de que el pragmático inquilino por cuatro años de la Casa de Nariño o la primera dama, les diera por pintarla de azul, su color predilecto. Santos, en un acto patriótico ha logrado que la paloma siga siendo paloma y no un azulejo, así haya tenido que mandarla a las instalaciones del Museo Nacional, donde podrá descansar del manoseo de políticos y congresistas que, con sus manos untadas de mermelada, poco a poco la iban a decolorar.

Duque ha guardado silencio, suficiente tiene con la otra, la Paloma Valencia y sus desesperantes llamadas cada rato. Mientras esto sucede, “La paloma de Botero” no se inmuta, ella, esté donde esté seguirá siendo esquiva y porfiada, como la describió el poeta español Rafael Alberti: “se equivocó la paloma / se equivocaba / por ir para el norte, fue al sur”.

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