“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”

libardo Vargas Celemin

Estos versos del poeta español Antonio Machado, parecen ser la consigna que anima a los más de siete mil hondureños que, contra todas las adversidades, desafían la furia del emperador Trump y se han atrevido a caminar por la sendas de la protesta, como único destino que le ha dejado la avaricia desmedida de ese capitalismo voraz, que ha convertido este país, en una nueva esclavitud de doce y catorce horas de trabajo, con un ingreso per cápita de menos de dos dólares diarios y con la complicidad de los gobiernos títeres que aprovechan la situación para lucrarse con los dineros públicos.

“Caminante, son tus huellas / el camino y nada más”, sentencia la voz de Joan Manuel Serrat, y la escuchan miles de hombres y mujeres que buscan rescatar la posibilidad de los sueños y poder mostrarle al mundo que Honduras, una pequeña nación, con un poco más de ocho millones de habitantes, lo han convertido en el primer país del mundo que lidera las estadísticas de homicidios, causados por las bandas criminales, que han hecho de su trabajo diario, el silenciar a los luchadores populares y a los periodistas, por su condición de críticos de la concentración de la tierra, de los ejércitos privados, las redes de explotación sexual, la corrupción de los políticos y administradores, como los principales problemas económicos que vive este territorio.

Esos seres que prefieren el caminar durante grandes jornadas, con el sol como verdugo de sus luchas, van dejando unas huellas que servirán de ejemplos para otros pueblos, girones de piel por las ampollas, rostros enrojecidos por los rayos solares, una mirada a veces vacilante por las grandes distancias que faltan, pero siempre optimistas de legar a la meta.

Afortunadamente han recibido la solidaridad de gentes por donde transitan, el sorbo de agua oportuno para derrotar la deshidratación, la voz que anima, el techo que protege y el alimento que repone.

Los que ahora caminan por entre las calles asfaltadas de México son los herederos de aquellos indígenas que aún sorprenden a la sociedad occidental por sus avances. Aquellos sabios que tuvieron una escritura antes de que llegaron los primeros verdugos; que hicieron construcciones monumentales; incursionaron en las matemáticas y contemplaron el cosmos para desentrañar sus misterios.

Estos aguerridos caminantes no han perdido el rastro genético de los antiguos Mayas, solo que los han transformado en su lucha por la libertad.

“Caminante no hay camino, sino estelas en el mar”, escribió Don Antonio Machado, pero jamás debió imaginar que un día, un grupo de hondureños, intentaría materializar la utopía de convertir esas “estelas”, en verdaderas sendas por donde transitaran los pueblos latinoamericanos para derrotar la soberbia de Trump y sus esbirros.

lcelemin2@gmail.com

Comentarios