Por una educación superior sin “correazos”

libardo Vargas Celemin

Desde la Edad Media, el látigo y sus sucedáneos son los castigos más usados como medio de control y su uso generan el rechazo de las nuevas corrientes de la psicología por distintas razones, entre otras por el hecho de que esta conducta violenta generalmente la reproduce con el tiempo, quien la sufre inicialmente; mientras que en otras ocasiones se produce la creación de un sentimiento de miedo e impotencia y baja en la autoestima.

Cuando creíamos que estas prácticas habían desaparecido de la escuela, al igual que de los hogares, “una santandereana arrecha” se pasea por los pasillos de la UIS, correa en mano, buscando a su hijo para reprenderlo por haberle desobedecido y estar supuestamente entre los que marchaban. Para algunos este fue un acto “folclórico” y para “una caterva de vencejos”, como en el poema del Tuerto López, es una forma de rescatar la violencia en la crianza. Quienes festejan el supuesto valor de aquella señora, son los mismos que desconocen las leyes colombianas que hablan de proteger la integridad personal y prohiben la tortura, los tratos crueles o degradantes (Código del Menor).

Se equivocan quienes utilizan la represión para controlar la protesta popular. Sus efectos serán contrarios a los que ellos pretenden. Este gobierno, que dedica mayor presupuesto para las Fuerzas Armadas, en detrimento de las necesidades básicas, del pueblo, es el responsable que éste se tome las calles, única forma de hacerse escuchar.

Rechazo la postura de quienes aprovechan las marchas para dar rienda suelta a sus odios o a sus labores de espionaje, estos últimos no se sabe exactamente de qué lado proceden. Lo que sí queda claro es que buscan hacerle daño a movimientos democráticos, como el que desarrollan los estudiantes universitarios. Desvían la atención hacia “actos nimios”, ponen en peligro la vida de sus líderes; distorsionan y allanan el camino para una represión mayor.

Doña Claudia, quien afirmó para un medio alternativo “estar feliz porque se hizo famosa en las redes sociales” no puede ser el paradigma de una madre “preocupada”, que utiliza métodos retardatarios en la formación de su hijo, cambia el diálogo por el látigo, siembra la obediencia servil y le impide el desarrollo de su autonomía. Si quiere un mejor futuro para él debiera movilizarse con los estudiantes y padres de familia en forma pacífica, como en años anteriores lo hizo la Mane para detener la Reforma a La Ley 30.

Juan Diego Reyes, la víctima, tal vez para evitar nuevas agresiones, intentó justificar la actitud de su madre, “Un correazo de la mamá dura dos días, pero ¿cuánto tiempo va a durar la problemática de la educación?”, afirmó.

Los déficit de la educación superior no se solucionan a “correazos”.

lcelemin2@gmail.com

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