Cuando dos amigos se van

libardo Vargas Celemin

A veces las adversidades vienen juntas y eso me ocurrió en el lapso de las cinco a las seis de la mañana del pasado 23 de diciembre cuando, sin recuperarme del mazazo que me produjo el anuncio de la muerte de Gonzalo Buriticá Londoño, mi cuñado. Una nueva llamada me derrumbó sobre la silla, la vida de Héctor Villarraga Sarmiento, mi amigo, y compañero en las lides administrativas y académicas por varios años en la Universidad del Tolima, se había apagado, pero había comenzado el resplandor de lo que Alberto Cortez poéticamente nos recuerda: “cuando un amigo se va/ queda un tizón encendido/ que no se puede apagar/ ni con las aguas de un río”.

Estos dos tizones me alumbrarán por siempre. El recuerdo de las tertulias de “Chalo”, cuando nos encontrábamos en Herveo y me contaba, con su voz apaisada, las peripecias de una vida rica en aventuras, pero también sus percepciones sobre la realidad política, que construía gracias a lo que escuchaba en su fiel transistor.

Del doctor Villarraga destaco su compromiso con la Universidad del Tolima. Hizo parte de la dirección por muchos años hasta finalizar como rector encargado. Protagonista de los hechos que marcaron el rumbo de la Universidad, su impronta indeleble está presente en la historia del alma máter. De su talante debo recalcar su espíritu de tolerancia y la capacidad para atenuar conflictos.

Las voces airadas de los estudiantes, profesores y trabajadores, así lo insultaran, recibían siempre su atención y permitía que se presentaran todos los puntos de vista, al final de las reuniones, sin demagogia ni promesas falsas exponía las alternativas de solución.

Para el exrector José Herman Muñoz Ñungo, Villarraga “Siempre defendió y sustentó una concepción humanista de universidad. Esto lo plasmó en sus actividades, en sus decisiones y sus argumentaciones en todos los escenarios. Fue un defensor de la autonomía universitaria, de los Derechos Humanos. Soñaba y se esforzaba por construir una sociedad justa, equitativa, amable con el medio ambiente”.

El profesor Ramiro Uribe Kaffure considera a Villarraga “un amante de la literatura, de la poesía del arte, de la música. Lo recuerdo siempre hablando de eso con mucha propiedad, sin considerarse el mismo un experto, pero disfrutando cada espacio, cada palabra, cada nota, cada momento”. Igualmente, destaca el profesor Uribe la devoción por la familia, por sus amigos y cita una frase del propio Villarraga “mi esencia los hijos, la familia y los amigos del corazón”.

En este mismo sentido Camilo Pérez Salamanca periodista y narrador escribió en unos versos: “Héctor Villarraga Sarmiento el amigo de los amigos/ que tiende manteles para darle la bienvenida a la amistad”.

Cuando dos amigos se van, una hoguera inextinguible queda ardiendo en nuestra memoria.

lcelemin2@gmail.com

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