La defensa de la memoria colectiva

libardo Vargas Celemin

En estos días existe una polémica sobre la dirección del Centro Nacional de Memoria Histórica, establecimiento público creado en el año 1982 y que tiene como Misión la de “Contribuir a la realización de la reparación integral y el derecho a la verdad del que son titulares las víctimas y la sociedad en su conjunto (…) en el Marco del conflicto armado Colombiano”.

El director anterior fue por muchos años el historiador tolimense Gonzalo Sánchez, quien se retiró en diciembre, después de adelantar una importante labor en dicha entidad.

El presidente Duque, luego de intentos fallidos nombró como su nuevo director al historiador Darío Acevedo, profesor de la Universidad Nacional y quien recibió de inmediato el veto de sus colegas por sus posiciones donde ha fijado su opinión frente al conflicto colombiano al afirmar: “Aunque la ley de víctimas dice que lo vivido fue un conflicto armado, no puede convertirse en una verdad oficial”.

La anterior afirmación, en palabras de los entendidos en la materia, lo inhabilita éticamente para poder cumplir la misión que la ley le ha encomendado. Igualmente la respuesta a la pregunta de si escuchará a los excombatientes, ha generado prevención por su sesgo ideológico y político. “Yo pienso que solamente en los casos que sea estrictamente necesarios escuchar a algún victimario, pero en general esa no es la función del Consejo Nacional de Memoria Histórica”, dijo el historiador Darío Acevedo, desconociendo que la memoria es un constructo social donde no se puede excluir a ninguno de los actores participantes en el desarrollo de los hechos.

En Colombia existe una necesidad sentida de aproximarnos a la verdad, como procedimiento para rescatar del olvido y reconstruir la memoria colectiva, mecanismo expedito para restañar heridas y construir espacios de convivencia sostenibles. Si no somos incluyentes en estos procesos, como lo plantea Todorov, se corre el riesgo de caer en el abuso de la memoria que es el odio y la venganza.

El historiador francés Jacques Le Goff hizo un llamado que tiene mucha validez, en estos tiempos mesiánicos, en que simuladamente se ataca la verdad de los hechos, como forma de enmascarar la participación de ciertos personajes. Le Goff escribió: “Procuremos que la memoria colectiva sirva para la liberación de los hombres y no para su sometimiento”.

La difícil tarea de construir memoria colectiva es un imperativo de las sociedades que han sufrido el flagelo de la violencia, por eso debemos estar alerta para impedir que se manipule la verdad y se distorsione la historia, solo así podremos algún día decir con dolor, pero también con esperanza, lo que escribió Ernesto Sábato en el prólogo al informe final sobre los desaparecidos por la dictadura militar argentina: “Nunca más”.

lcelemin2@gmail.com

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