Una tragedia en dos actos y un colofón

libardo Vargas Celemin

Señoras y señores:

La obra que leerán a continuación puede desbordar la capacidad de indignación de cualquier espectador del mundo, excepto si son colombianos, porque aquí se ha perdido la capacidad de asombro, de tal manera que ya ni siquiera nuestra dramática realidad nos hace erizar. Somos una sociedad insensible.

Acto primero:

En el año 2000, paradójicamente en octubre, mes de los niños, 47 de ellos salieron de paseo de la escuela rural de la vereda “La Pica” del municipio de Puerto Rico, en Antioquia. Iban felices y cantaban rondas que le habían enseñado sus maestras, cuando de pronto ráfagas de ametralladoras segaron la vida de Paola Andrea Rúa y cinco infantes más, mientras otros cuatro quedaron gravemente heridos. Los treinta miembros del Batallón de Infantería No. 32, que, en su ceguera mental no distinguieron la fila de niños y los confundieron con guerrilleros, tampoco atendieron las súplicas de padres y maestros que les gritaban que estaban cometiendo un imperdonable error.

En febrero del año 2003 la Fiscalía 11 Penal Militar Delegada, profirió el cese de todo procedimiento a favor de los 30 miembros del Ejército Nacional por considerar que los militares “no tuvieron intenciones de matar los niños y que los uniformados no pudieron distinguir a los niños de los guerrilleros”.

Acto segundo:

El 29 de agosto el presidente Duque desde Sincelejo le informa al país que autorizó “al Comando Conjunto de Operaciones Especiales para adelantar un operativo con el cual se dio de baja a alias Gildardo Cucho. Una operación donde también se les demostró a esos criminales que no se van a burlar de Colombia”.

El 6 de noviembre se conoce que ocho de los caídos en el bombardeo eran niños secuestrados por los bandidos de una disidencia de la antigua Farc. Meses atrás el personero de Puerto Rico, Caquetá, había denunciado la incorporación de menores a las disidencias. Los habían arrancado de sus humildes hogares y llevados a la fuerza para que hicieran parte de las hordas de la muerte.

Tan pronto se conoció la noticia se armó el show y aparecieron los áulicos del gobierno defendiendo lo indefendible y oportunistas aprovecharon el caos para negociar silencios y apoyos. Un ministro que le mintió al país y le omitió información al Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, como de costumbre, se tambaleó, pero esta vez sí cayó a la lona.

Colofón:

Señoras y señores, esta historia no termina ni comienza aquí, porque no sabemos cuántos niños deban morir para saciar el voraz apetito de los herodes en contienda. Tampoco sabemos el número de víctimas de la masacre del 29 de agosto, porque ni el propio exministro tiene cifras exactas de sus “resultados elocuentes”.

lcelemin2@gmail.com

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