Las epidemias, desde la literatura

libardo Vargas Celemin

Las epidemias, como las guerras, reflejan los actos más sublimes del ser humano, pero también las acciones más irracionales, tal vez sea esta la explicación del porqué muchos novelistas, han optado por explorar, desde distintas visiones, el comportamiento de los individuos y las comunidades frente a un hecho donde está en juego la existencia misma. Aunque el papel de la literatura no es exactamente trazar normas de conducta, sí nos lleva a reflexionar.

Tengo aún presente la imagen del doctor Rieux recorriendo las calles de Orán, visitando a sus enfermos en los sitios marginales; también la aparición de las ratas muertas por todas partes y el crecimiento del número de víctimas, cuya cuenta lleva uno de los personajes de la novela “La peste” de Albert Camus. Cuando me enfrenté con este texto me encontré con personajes sólidos, comprometidos con su papel, prototipos humanos que existen en cualquier sociedad.

Finalmente los experimentos del doctor Rieux funcionan y la epidemia se detiene, pero él sabe que ese tipo de enfermedad volverá a aparecer en cualquier momento.

José Saramago publicó hace 25 años la novela “Ensayo sobre la ceguera”, en ella retoma el tema de la peste, pero a diferencia de obras anteriores, no es la peste bubónica, ni la fiebre tifoidea o la viruela negra, sino la ceguera.

Un día cualquiera, en la cotidianidad de una ciudad, un hombre pierde la visión y se desata un drama que el autor va zurciendo con gran esmero hasta desembocar en el desborde de las pasiones humanas, donde el heroísmo de una mujer reivindica la solidaridad y el sacrificio, mientras que los instintos asesinos se despiertan en otros personajes. La ciudad entera parece sucumbir ante la violencia desbordada y, al final vuelve la visión a las víctimas para que puedan ver lo que un hecho en su desespero.

Estos dos ejemplos, entre muchos otros, llevan a razonar sobre la condición humana.

La fragilidad física frente a las enfermedades despierta oscuros atavismos y hace aflorar la furia como única salida. Aunque la ciencia ha avanzado en el control de las enfermedades, casos como el coronavirus no deja de preocuparnos ante las 117 muertes y los seis mil infectados, sobre todo cuando ya comienzan a aparecer actitudes de varios países que demuestran egoísmo sin mirar el riesgo al repatriar sus connacionales y, caso de Australia, confinarlos en una isla.

Pero no es eso lo que se necesita ahora, como lo dice el profesor Oiu Jumping de la universidad de Wuhan: “En estos momentos tan difíciles necesitamos que la gente sea solidaria y ayude al vecino si necesita algo, o si se siente solo porque le da miedo salir de casa y contagiarse. Generosos, pero siempre con máscara por si acaso”.

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