La prevención en salud, práctica social permanente

libardo Vargas Celemin

La Organización Mundial de la Salud insiste en que se adelanten campañas tendientes a alcanzar “una vida saludable y sana”. Sin embargo este principio, básico para nuestra convivencia, difícilmente es interiorizado. Por ejemplo, solo nos acordamos de evitar las avalanchas y la destrucción de pueblos, cuando esto ocurre. Pasa el invierno y llega la temporada de calor, entonces nos olvidamos de crecientes y lamentamos hasta el llanto los cientos de lagartos, ardillas, aves y demás especies calcinadas que nos muestran los medios.

No tenemos memoria a largo plazo, pero tampoco escribimos las historias de los desastres que han producido las pequeñas quebradas, las erosiones y la tala de árboles y seguimos almacenando los desechos en las riberas de las corrientes que después taponan los cauces. Si no escribimos, ¿cómo podemos hacer para difundir esto que puede salvar las poblaciones en riesgo?

En la década del noventa acabaron con el SEM (Servicio de Erradicación de la Malaria), un programa diseñado para controlar vectores que transmiten enfermedades como la malaria, el dengue y la fiebre amarilla. Los visitadores recorrían las viviendas de centros urbanos, no solo para adelantar educación sanitaria, sino también para realizar acciones concretas contra mosquitos y zancudos. Aunque no desaparecieron completamente estas plagas, sí se tenían controladas.

Al darle la responsabilidad a las EPS de los programas de Promoción y Prevención se dispersó el esfuerzo y debido a la irresponsabilidad de sus administradores, los presupuestos se quedaron en las manos de los corruptos. Esto ha hecho que las puertas del país, con más del 50% de la población potencialmente en riesgo, se abran y permitan la transmisión de enfermedades como el dengue, zika, chicungunya y fiebre amarilla, mientras algunos funcionarios de las Eps se dedican a recoger firmas entre los afiliados, como constancia de haber asistido a talleres y cursos sobre programa de “Promoción y prevención en salud”, sin ningún seguimiento.

Da grima escuchar el clamor de las comunidades solicitando que los “envenenen” con las fumigaciones contra el Aedes aegypti, sin tener claro que esa solución es la última que se debe tomar, porque fumigar solo ataca a los adultos. Entre tanto los huevos siguen tranquilos en los almacenamientos de agua limpia, preparándose para su eclosión.

Aunque no tuviéramos casos de dengue, ya es hora de que se configuren verdaderos brigadas voluntarias en todas las poblaciones y ciudades para detener al enemigo destruyéndole su hábitat. Esta campaña debe ser liderada por las autoridades de salud; líderes comunales y, una población que ha resultado exitosa en el pasado: los estudiantes de primaria, secundaria y aún universitaria.

Solo si cada individuo interioriza la prevención como práctica social permanente, esta trasciende a la sociedad y se puede aspirar a liberarnos de muchas epidemias.

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