El pasado lunes se cerraron las inscripciones para las elecciones parlamentarias de 118 Representantes a la Cámara y 108 Senadores, el próximo 13 de marzo. El debate que ya comenzó en algunos espacios es una farsa que tendremos que soportar por unos meses, porque la mal llamada “democracia colombiana” es una muestra fehaciente de la capacidad mimética de los oportunistas que han hecho de la política su modo vivendi, a costa de sus falacias, sus falsas promesas y sus pobres argumentos, cuyo único fin es oponerse a las nuevas fuerzas que plantean los cambios que exige el país. Su estrategia mayor es crear el miedo y la zozobra de miles de colombianos que, debido a la ignorancia a la que han estado sometidos, no alcanzan a descifrar las mentiras y las estrategias de los legisladores de siempre que solo esperan alcanzar su propio rédito económico y social.

Hablar del fútbol es tan intrincado como las gambetas que se tejen para terminar en gol. Esa catarsis colectiva que genera un partido de fútbol, puede terminar hasta en la misma muerte, un solo ejemplo, lo ocurrido en la guerra de las cien horas entre el Salvador y Honduras, año de 1969, con saldo de más de tres mil víctimas o los asesinatos que suceden continuamente por los enfrentamientos entre los fanáticos de equipos rivales. En un poco más de un siglo el fútbol pasó de ser un juego entretenido practicado en los colegios ingleses a transformarse en una empresa multinacional regentada por la FIFA, cuyo poder autocrático muy pocos pueden interpelar.

Hace dos años apareció el COVID-19. En el 2021 se avanzó en la vacunación y las estadísticas bajaron, pero una variante parece devolvernos a la incertidumbre. El enemigo invisible ha causado la muerte de más de cinco millones de personas. ha cambiado de presentación, ahora aparece con una máscara que tiene desconcertadas a las autoridades sanitarias y ha revivido las especulaciones, las noticias falsas y el anuncio de un posible constreñimiento total.

El nuevo escándalo que sacude al mundo académico y político de nuestro país, hace parte de una conducta que se presenta con alguna regularidad, especialmente en la obtención de títulos, al igual que en la producción intelectual de docentes o alumnos. Esta vez la protagonista es Jennifer Kristin Arias Falla, presidenta de la Cámara de Representantes y coautora del trabajo de grado para optar por el título de “Maestría en Gobierno y Políticas Públicas”, de la Universidad Externado de Colombia, en el año 2016.

La noción de “Paternalismo” según el académico e investigador español Macario Alemany García apunta a una:” extrapolación del modelo de relación paterno-filial a otro tipo de relaciones sociales: por ejemplo, la relación entre el Estado y sus ciudadanos o entre el médico y el paciente. En particular, la analogía se construye no tanto sobre el aspecto del cuidado, como sobre el aspecto del control que entraña el ejercicio de la paternidad. Es la aplicación del modelo del poder paternal (la patria potestas) a otros ámbitos sociales” y eso es precisamente una de las prácticas de común ocurrencia en nuestro país.

El próximo sábado se cumplen 36 años de la tragedia más grande que ha vivido nuestro departamento en toda su historia. Todavía tengo presente en un rincón de mi memoria las imágenes desbastadoras con que me encontré ese 14 de noviembre, cuando no hallé la gran valla que daba la bienvenida a la ciudad blanca, convertida en ese momento en un inmenso lodazal gris, donde unos cuantos vehículos asomaban sus capotas a lo lejos y unos pocos árboles se sostenían de pie, con sus hojas laceradas por la creciente que destruyó esta ciudad.

Desde el 31 de octubre hasta el 12 de noviembre, en Glasgow (Escocia) se está desarrollando La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP). Un total de 120 jefes de Estado deliberan para aprobar el compromiso de luchar por unas metas que detengan el calentamiento global. Gran parte de los participantes, como políticos que son, pronuncian sendos discursos llenos de retórica falsa, cinismo e hipocresía. Los científicos dan a conocer dramáticos pronósticos sobre el futuro de la humanidad, si no se toman medidas urgentes. Y los ambientalistas denuncian las prácticas lesivas para el medio ambiente.

El nombre de Anatolio hace parte de mis recuerdos infantiles y está ligado a la imagen de un profesor que tuve cuando cursaba cuarto de primaria. Su nombre era Anatolio, pero nadie podría llamarlo así o de lo contrario recibiría un castigo. Esto se convirtió en un reto para todo el curso y a la hora de los recreos gritábamos su nombre impostando la voz y escondiéndonos. Una mañana llegó el profesor sudoroso, temblaba de la rabia y depositó su saco sobre el escritorio. Se fue a la parte de atrás y le gritó a Polo que le llevara el saco. Asustado Polo se dio cuenta de lo pesado que era y como pudo se lo llevó. Anatolio metió la mano en un bolsillo y extrajo un colt 45, paseó el largo cañón por encima de nuestras cabezas apuntándonos y repitiendo que tenía suficientes balas para pegarnos un tiro a cada uno si lo volvíamos a llamar por su nombre.

Las declaraciones que dio Fabio Aristizábal, director de la Superintendencia Nacional de Salud, causó revuelo en el país, no tanto por lo dicho, sino por venir de un alto funcionario del gobierno, precisamente de la entidad cuyo objetivo es: “Promover el mejoramiento de la calidad en la atención de salud. Fortalecer la inspección, vigilancia y control del aseguramiento en salud”.

El cronista y escritor Camilo Pérez Salamanca (Q.E.P.D), escribió un verso en el libro “Piel de la ciudad, mapa mental de Ibagué”, que encarna la lucha de los últimos setenta años por alcanzar su pleno reconocimiento de la condición de ciudad: “Así va pasando Ibagué, en el galope presuroso de villorio a megalópolis”.