¿Redescubriendo la protesta social?

Los últimos días varios medios de comunicación se han vuelto a ocupar de la protesta social como si fuera algo absolutamente novedoso.

Pareciera que el ambiente de la Unidad Nacional que apoya al gobierno del Presidente Santos y que tiene el riesgo de ver todo en códigos unanimistas, hubiera contagiado a algunos medios de comunicación y en esa medida la emergencia de formas de protesta social empieza a ser vistas como una especie de ‘bichos raros’.

La protesta social, recordemos, es una modalidad de participación social ‘callejera’, es una forma de expresar el descontento social con decisiones de política pública, o colocar en la agenda pública demandas de sectores sociales o ciudadanos; por ello la protesta social es algo aceptado como válido en las democracias. En los regímenes autoritarios tiende a vérsela como subvertora de un orden con visos de imposición.

En este año, para recordar, hemos visto las protestas sociales de los llamados ‘indignados’ en varias capitales europeas, o las protestas de la llamada primavera árabe, o las de los estudiantes chilenos contra el gobierno de Piñera reivindicando una educación pública de calidad, o las de los indígenas bolivianos protestando contra una decisión del gobierno de Evo Morales que atenta contra el medio ambiente con la apertura de una carretera, o la que acabamos de ver de jóvenes en New York, ‘ocupa Wall Street’, que se han extendido a otras ciudades norteamericanas. Por lo tanto hay que reconocer en la protesta social formas de expresión social y ciudadana y cuidarse de estar viendo siempre fantasmas subversivos; aunque es real que el riesgo de ser instrumentalizadas por grupos armados ilegales también está presente y por lo tanto una democracia se debe mover en un equilibrio complejo en este tema.

En nuestro país la protesta social no ha sido muy intensa, probablemente porque la presencia histórica de altos niveles de violencia ha llevado a distintos sectores ciudadanos a considerar la protesta social una modalidad que encarna grave riesgo o de ser judicializados o eventualmente objetivo de grupos armados ilegales de diferente naturaleza. Debemos decir que en el actual gobierno del Presidente Santos ha existido un relativo respeto por estas expresiones de inconformidad ciudadana.

Pero igualmente es claro que hay sectores en los cuales es previsible que se pueden acrecentar las expresiones de protesta, ya sea porque se consideran no consultados o poco tenidos en cuenta en decisiones públicas y adicionalmente hay alto nivel de desconfianza de los partidos representados en el Congreso, como seguramente es el caso de la reforma en la educación superior; en sectores de explotaciones mineras, o bien por el incumplimiento de condiciones laborales de los contratistas o de las empresas, o por las afectaciones que conllevan a regiones el inicio de grandes explotaciones mineras en términos ambientales; seguramente la prioridad que el tema de restitución de tierras tiene en la agenda gubernamental puede llevar a que se acentúen protestas en ese campo exigiendo celeridad en el cumplimiento de la normatividad de restitución y de víctimas; el escenario de la salud es probablemente otro campo en el cual la protesta social es posible que se haga presente y por supuesto las demandas de las comunidades indígenas y afrodescendientes. Lo anterior solamente para enunciar algunos de los escenarios de controversia ampliamente previsibles.

Efectivamente, hay un incremento de las expresiones de protesta social entre el año anterior y el actual, siendo Bogotá, Antioquia y Valle las regiones donde más se presentan. Pero esto puede expresar varias cosas: una, el impulso de proyecto de desarrollo que tienden a tener siempre efectos contradictorios; dos, mayor conciencia de derechos de sectores sociales y de la necesidad de exigir su cumplimiento, tres, un clima de mayores posibilidades de expresión de las mismas y eso habla bien de nuestra democracia.

Credito
COLPRENSA

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