Los casos de Ucrania y Venezuela

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Podría haber la tentación de establecer una comparación entre los casos de movilizaciones sociales en Ucrania y Venezuela contra sus respectivos gobiernos y mostrar un nuevo modelo para hacer colapsar gobiernos, pero evidentemente se trata de situaciones distintas y con complejidades diversas.

En ambos casos hay movilizaciones sociales radicales contra sus gobiernos, es decir, intentan crear una situación de ingobernabilidad que force a los respectivos gobiernos a declinar. En Ucrania parcialmente la situación terminó siendo exitosa, porque no hubo movilizaciones masivas a favor del gobierno en su capital, donde se centraron las protestas y al parecer las Fuerzas Armadas, por lo menos en su mayoría, terminaron plegadas a los protestantes; pero una vez el gobierno dimite y el Presidente se ve obligado a salir de la capital, con la consiguiente formación de un nuevo gobierno, emerge la tensión en la República Autónoma de Crimea y en la región del puerto del Mar Negro Sebastopol, regiones no sólo de mayoría de población de origen ruso sino además con simpatías a mantener una relación estrecha con Rusia -para algunos emerge el recuerdo de Kosovo buscando independizarse de Serbia y se preguntan porque ahora no se actúa igualmente-, a diferencia de los manifestantes de Kiev, predominantemente partidarios de una mayor integración de Ucrania con la Unión Europea. Allí la situación no parece cerca de una resolución total porque esta zona es considerada por Rusia como parte de su área estratégica de influencia y de su salida al Mar Negro donde se sitúa la base más importante de su flota naval en esa zona y por consiguiente ve lo sucedido en Ucrania como un intento de la Unión Europea y de Washington de desestabilizar su área de influencia y de crearle un ‘caballo de Troya’ en la misma. Adicionalmente no se conoce todavía la posición del otro grande, China, que si bien no pareciera tener intereses específicos en esa región, puede igualmente influir de manera determinante, como gran potencia económica y crecientemente militar, en lo que allí suceda.

En el caso venezolano tenemos igualmente movilizaciones sociales cada vez más buscando un colapso del gobierno del Presidente Maduro, pero la situación es diferente. Uno, por la capacidad de movilización de sectores sociales afectos al Gobierno que contrarrestan a los sectores opositores; dos, la oposición al Gobierno está dividida entre el sector liderado por Leopoldo López y otros líderes que apuestan a tratar de forzar una salida inmediata del Gobierno -cosa que no parece probable- y el sector liderado por el gobernador Henrique Capriles que de manera más realista apuesta a una salida electoral en el mediano plazo.

Tercero, en la región la mayoría de los Gobiernos toman la posición de defender el principio de la no intervención en los asuntos internos venezolanos, aunque algunos de ellos hagan llamados a buscar un diálogo interno entre el Gobierno y la oposición, esta posición de los países latinoamericanos ha impedido que la potencia global vaya a jugar un rol intervencionista como lo hizo en el pasado en otros países; la OEA que en la guerra fría fue un paraguas para las intervenciones norteamericanas en la región, hoy día ha cambiado su correlación de fuerzas internas, pero sigue siendo cuestionada en su legitimidad; las Fuerzas Armadas han mantenido una cohesión y una lealtad a los gobernantes civiles y esto ha contribuido a mantener la estabilidad.

En Venezuela hay una polarización muy fuerte de su sociedad y todo indicaría que lograr una cierta estabilidad política y social requerirá grandes acuerdos internos, pero eso debería ser una tarea a desarrollar por los propios venezolanos; cualquier intervención externa puede originar un agravamiento de la situación.

Finalmente, no es recomendable jugarle a desestabilizar gobiernos con movilizaciones sociales, porque éstas luego pueden emerger contra otros gobiernos de la región y contribuir a crear un clima de inestabilidad regional que no beneficiarán a nadie.

Credito
ALEJO VARGAS

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