Claroscuros históricos

Polidoro Villa Hernández

Para los niños nada es una mentira si se la dicen sus padres o maestros. Pero cuando crecen y tratan de armar el rompecabezas del pasado y descifrar el acertijo del futuro, se aterran de las muchas falsedades, ficciones, falaces principios de fe y prejuicios aprendidos de sus mayores y en su formación escolar… pautas que delinearon una visión del mundo que no coincide con lo que indagan de adultos.

Por eso, en vísperas de efemérides patrias, se recuerda uno en el proscenio del colegio, obligado, recitando con vehemencia una larga loa a ¡los caballos! de los conquistadores: “¡No! No han sido los guerreros solamente,/ de corazas y penachos y tizonas y estandartes, /los que hicieron la conquista de las selvas y los Andes…! ¡…Los caballos eran fuertes!/ ¡Los caballos eran ágiles!¡ /Sus pescuezos eran finos y sus ancas relucientes / y sus cascos musicales /… En mitad de los fragores del combate,/ los caballos con sus pechos arrollaban a los indios, /y seguían adelante.”

Se imaginan la ‘musicalidad de los cascos’ aplastando cráneos indígenas.

Al crecer, supimos que muchos conquistadores, con estatua en plaza pública, fueron inmisericordes genocidas y sus sangrientos actos cantados como epopeyas sublimes. Acertada aseveración que “la historia no es más que la memoria de los crímenes y locuras de la humanidad”. Claro, tergiversada y maquillada a su antojo por cronistas a quienes nadie contradijo.

Para mejorar mi nota de historia, escribí de niño una primorosa página sobre el florero de Llorente y el 20 de Julio. El profesor leyó y aconsejó: “Está bien. Pero lee mucho, porque existe la duda sobre si fue un florero, un ramo de flores, o una lámpara lo que pidieron los criollos para adornar la mesa de Antonio Villavicencio”. Me desinfló.

Después, un docto profesor paisa terminó de ‘bajarme de la nube’. Al conversar sobre el tema, insistí en el fervor patriótico del levantamiento independentista. “Qué va, hombre -me respondió-, el tumulto lo instigaron los comerciantes a los que se unieron después patricios, plebeyos, ricos y pobres, y hasta los indios, aburridos por los abusivos impuestos que les sacaba los reales del bolsillo para enviarlos a España”. ¿Será que nuestra próxima reforma tributaria genera una revolución?

Otra patriótica estrofa clamaba: ¡Libres ser, o morir! ¡A las armas!/ Y a las armas corrieron los bravos;/ Y dejaron de ser los esclavos,/ ¡Y empezaron a ser la Nación!” Pero nunca falta quién dude si con la independencia dejamos de ser esclavos y conseguimos la real libertad. Hasta el finado Hugo Chávez nos acusó siempre de ser ‘lacayos del imperio’.

Quizá, por todo esto, auténtico nacionalismo sólo se percibe en los partidos de fútbol de la selección. ¡Hay que reescribir la historia! Lo lastimoso sería que dentro de doscientos años, según sea el historiador, estuviéramos erigiendo bustos y monumentos a los primos Nule. Repose en paz el griego Heródoto, llamado Padre de la Historia, a quién también le acomodaron el alias de ‘Padre de la Mentira’.

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