El país como botín

Polidoro Villa Hernández

De la mano de los mayores, escuchaba uno de niño airadas exclamaciones que aún no procesaba la incipiente red neuronal: “¡Nooo, es que ese alcalde es más ladrón que un río!” “¡Aquí se roban un mojado y vuelven por el hueco…!”. Pasado los años, y entendido el mensaje, se vio que el tiempo le restituyó la honra a los ríos: ahora, se los roban, los desvían fraudulentamente para usar el agua cada vez más escasa, en poluta industria y dañina minería. Es el contagioso virus de la corrupción.

Se conmemorará esta semana el Día Internacional Contra la Corrupción. En Colombia, donde tan extendida y lucrativa es la ‘profesión, hay también un día en agosto para rechazarla. Pocas protestas suscita. Los apáticos colombianos nos hacemos de la vista gorda ante esta lacra cuyo trípode son politiquería, clientelismo y codicia, y permitimos que todo parezca parte normal de la vida.

Dejamos que la corrupción contaminara política, administración pública, sector corporativo y privado, y no la combatimos con la vehemencia debida para impedir el colapso institucional. El país se ve como un botín para depredar. Olvidamos que ‘dónde uno que roba y nueve consienten, hay diez ladrones’.

Con dimensión de fracaso institucional -algún escéptico pregonaba que “el sistema no puede acabar con la corrupción porque la corrupción es el sistema”-, se ha sofisticado tanto el cohecho, el prevaricato, el delito electoral crónico y el tráfico de influencias entre las élites instruidas que dicen iluminarnos, guiarnos o representarnos a través de congregaciones, redes, corporaciones, empresas y mafias- que uno no entiende por qué las universidades no otorgan ya doctorados de ‘Caballero de Industria’. Sería un primer paso para legalizar la corrupción.

Tan exorbitantes son las cifras de la corruptela individual y colectiva -enquistada en diversos segmentos de la sociedad-, que su influencia es notoria en lo frágil de la gobernabilidad del país, en la limitación de recursos para inversión social, en la incertidumbre que tenemos sobre la estabilidad futura de la nación. Para ver: La reforma tributaria en estudio, espera recaudar $7 billones el año entrante. En comparación, la evasión de impuestos y el contrabando, se estima en $40 billones y, las aves de rapiña nos roban $20 billones. Por el camino recto, sobraría mucha plata.

Cuando en un país roban la comida a los niños más pobres, o se la dan podrida; cuando con gran despilfarro se inauguran ostentosas mansiones en Miami, pagadas con diezmos y primicias de creyentes humildes; cuando en lugar de multiplicar escenarios deportivos y recreativos se destruye lo que hay para robar sin escrúpulos; cuando exigimos gabelas exclusivas para mi agrupación, mi gremio, mi religión, mi partido, olvidando el resto de país menesteroso; cuando un presidente en ejercicio pontificó que “Hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones”, la patria, semeja un avión con tripulación suicida.

En castigo, los corruptos impunes no irán al cielo. Son más discretos, gozones y rentables los paraísos fiscales del Caribe.

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