¿Violencia crónica?

Polidoro Villa Hernández

Intelectuales atribuyen la frase a Confucio; alguien, menos sofisticado, dijo haberla oído en una playa nudista del Parque Tayrona: “Solo cuando un avispón negro se posa en tus testículos, te das cuenta de que no todo en la vida se soluciona con violencia”. Los colombianos, poco sensibilizados de niños en la cultura de la convivencia pacífica -miren la proliferación del matoneo en los colegios y la reiteración del lema ‘Si te da duro, cáscale más fuerte…’, nos sentiremos siempre inclinados a matar al himenóptero con la botella que tengamos a mano. Así duela.

Un emérito profesor filosofaba: “¿Cómo no ser violentos si hasta hace poco en la musicalidad de los colegios primaban las ‘Bandas de guerra’? ¿Cómo invocar paz, si jóvenes en los estadios matan con sevicia a quién porte camiseta del equipo rival? ¿Qué ejemplo de mesura tomar de encumbrados líderes políticos practicantes de todo tipo de rapacerías y crímenes para acrecentar poder y caudales a costa de sus compatriotas?”. Sin sanos liderazgos, conflictos, guerra personal o de guerrillas, delincuencia común exacerbada, serán siempre lucha por la supervivencia.

Vivimos en una época de retaliaciones de pueblos que no olvidan ni perdonan abusos de siglos. Las sanguinarias Cruzadas, expediciones militares de cristianos de Europa occidental para arrebatarle a los musulmanes el dominio de la llamada Tierra Santa bajo el lema: ¡Dios lo quiere!, les pasa dolorosa factura a países colonialistas que en el pasado dividieron, expoliaron y exterminaron poblaciones con su poder militar.

Aquí y allá, han sido políticos arteros y codiciosos los iniciadores de guerras y conflictos, y también han sido siempre jóvenes humildes las víctimas de esos afanes bélicos cuya motivación es siempre territorio, recursos, dinero. “Son masacres entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen pero no se masacran…”.

Generaciones de latinoamericanos que entierran a sus hijos antes que a sus padres, crecieron azuzados con consignas guerreristas, incitación a la violencia sectaria o invitación al sacrificio: “Vencer o morir”; “Patria, Socialismo o muerte”; “Patria o muerte, venceremos”; “Estudio, trabajo, fusil”. Quienes acuñan los lemas, aciertan: millares de muertos que no resucitaron. Las vacuas ideologías mutan en demagogia, populismo y miseria.

Las recurrentes noticias que develan que en esta tierra feraz, de gente buena, abundan políticos que corrompen hasta la sal y hacen alianzas con criminales en su beneficio, permite intuir que nunca la guerrilla desaparecerá totalmente; que las organizadas bandas criminales seguirán controlando parte del país, y que pandillas y milicias urbanas continuarán sembrando la zozobra. ¡Es la inequidad!

Tanto insustancial candidato salido del cubilete de la politiquería, hace que los ciudadanos nos sintamos como marionetas que manipulan como les viene en gana. Recordando el Circo Romano, al depositar el voto en la urna deberíamos exclamar: “Ave Democracia, los que vamos a sufrir te saludan”.

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