Laberinto sin salida

Polidoro Villa Hernández

En este estropeado planeta donde mentiras diseñadas científicamente son materia prima de falaces promesas que difundidas por los medios de comunicación engañan y explotan la credulidad de todos -miren si no la manipulada y embustera publicidad de productos que rejuvenecen al instante arrugas profundas y de costosos artilugios que prometen felicidad-, es difícil para jóvenes soñadores, anhelantes de ayudar a buscar la justicia social, hallar un movimiento político, también mercancía de consumo masivo, que llene sus expectativas.

Para los hoy setentones, la decisión fue fácil: si el papá era liberal, entonces el rojo sangre sería su divisa; si conservador el dadivoso padrino, el azul metileno teñiría sus fibras más íntimas. El grado de sectarismo a ejercer se aprendía con el ejemplo diario y lo potenciaba para mal la ignorancia individual. El ideario político: los malos son los otros. Algunos resultaban ateos o comunistas, evidencia irrefutable para la época de la personificación del diablo.

Si el mito de la Torre de Babel suscitó una confusión de lenguas para lograr separar y dispersar un pueblo, la miríada de ideologías nacidas a lo largo de la historia, dizque ‘para construir un mundo mejor’, ha sido muy eficaz en enfrentar la gente, en todas las épocas. Con tanta sabiduría política acumulada y miren como nos canibalizamos. ¡Pero es rentable para algunos!

Intimidante para un joven idealista encontrar hoy un espacio para iniciarse en el servicio a la comunidad, dentro del cenagoso espectro ideológico de partidos siempre en astutas metamorfosis, o en cofradías políticas mercantiles. Todos esconden ponzoñosas espinas y mañas tóxicas: socialistas, comunistas, liberales, conservadores, democrateros, centristas, nacionalistas, izquierdistas, izquierdosos, populistas, derechas siniestras, ultraderechas, revolucionarios, anarquistas, terroristas, libertaristas. Y, aquí, hasta monarquistas libidinosos en época del reinado en Cartagena.

Malpensados creen que los movimientos políticos y religiosos, con dogmas y retórica, han sido inventos de gente avispada que busca el poder para asegurarse un modus vivendi cómodo y vitalicio a costillas de los crédulos. Seguro son descreídos o de la oposición irreflexiva.

Indescifrable ser humano en sus laberintos políticos. Un generoso mecenas se quejaba: “Alimenté a los pobres y me llamaron santo; pregunté por qué hay gente pobre y me llamaron comunista”. Un líder comunista reclamaba: “Cómo así que inventamos el eslogan ‘La izquierda unida jamás será vencida’ y ahora capitalistas y grupos de toda pelambre lo usan. Borran la palabra izquierda y ponen lo que les da la gana.”

Saludable conservar la ilusión del paraíso, porque real prosperidad, o reparto milimétrico de la miseria, en Venezuela o en cualquier parte, la equidad social tardará siglos. Razón tenía algún golpista: “El poder, es como un violín. Se toma con la izquierda y se toca con la derecha.”

Por fortuna, en Ibagué la definición ideológica es clara: debe mirarse a la derecha y también a la izquierda, o si no, lo aplasta a uno el bus o la moto.

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