¡Mucho desperdicio!

Polidoro Villa Hernández

Para la generación colombiana de mediados del siglo XX que bailó frenética el rock and roll de Bill Halley y sus Cometas y se desordenó con Elvis Presley, el término ‘basurero’ significó un sitio -casi siempre en pendientes de las quebradas- donde se tiraban los desperdicios que nadie quería en casa. Después, irrumpió el consumismo, proliferaron los desechos inorgánicos y sanitarios y apareció el eufemismo de ‘rellenos sanitarios’ para acumular montañas de basura, pestilente legado ambiental que dejaremos a la generación del ‘poeta sacro’ Maluma y los reguetoneros.

Un reciente artículo en EL NUEVO DÍA califica esos vertederos como “bombas de tiempo”. No es exagerado el mal presagio. Cuánta falta hace que en los colegios ilustren a los jóvenes sobre la dimensión del problema actual y futuro de las basuras, calamidad ligada al exceso de consumo. Crear basura es fácil. En la Plaza de Bolívar, una dama “de la mejor sociedad ibaguereña” quiso alertar a alguien de su descuido: “Mire, señora, se le cayeron unos papeles”. La respuesta: “No se me cayeron. Los boté, porque para eso pago impuestos: ¡para que los recojan!”.

En la carrera Segunda con calle Octava, esquina del colegio La Presentación, existía un sumidero de aguas lluvias. Los vecinos dejaban a diario bolsas con basura sobre el andén y los perros, que parece desarrollaron ya un colmillo especializado en abrirlas, la esparcían y el desaguadero se obstruía. El Ibal pronto lo destapaba. Finalmente, a un ‘ciudadano’ se le ocurrió botar sobre las rejillas del desagüe un montón de escombros de construcción. Ya no funciona. Pura incultura ciudadana.

Nos agobia la basura. El exceso de desperdicios y los megabasureros para depositarlos sin sacarles provecho muestran la inconsciencia ‘del animal más dañino que ha dado el planeta Tierra: el hombre’. De tener nuestro país un aire limpio, exuberante naturaleza, aguas cristalinas potables, abundantes especies animales, estamos modelando un entorno desértico, de necesidad y de escasez. Contaminamos aguas superficiales y subterráneas; propiciamos procesos erosivos al talar los árboles, lo que causa desastres y víctimas. Y acumulamos basura incluido en ésta, el dinero.

Mientras nos enteramos de que hay países que reciclan el 80% de los desechos que producen, incineran el 18% y producen con ello energía y solo el 2% va a los rellenos sanitarios, por aquí escasamente se aprovecha el 17% y el resto va a producir emanaciones tóxicas que respiran los vecinos, y roedores e insectos que afectan la salud de los infantes. Ya hay gente que adopta chulos como mascotas.

Sacar provecho a la basura está inventado y es socialmente sano y rentable. Pero se necesita liderazgo, comprometer a la comunidad y la academia, y estructurar proyectos serios y honestos. Esperemos un plan salvador de algún candidato. Y ojalá, tras las elecciones, no tengamos que agregar una caneca más a las de “Residuos orgánicos” y “Residuos inorgánicos”, que sea rotulada como “Promesas electorales”.

Comentarios