Hay guardián en la heredad

Polidoro Villa Hernández

En una fragmentada sociedad como esta, dividida con tretas maquiavélicas a través de los años para convertirla a conveniencia en grupos aislados -minorías que se manipulan para utilizarlas en fraudes electoreros, o que instigan para que se enfrenten-, escasos son los guías íntegros que trabajan para conducirnos a una democracia transformadora que modele una sociedad solidaria y en paz.

La constante impuesta por quienes sin conciencia social rotan en el poder ha sido privilegiar con prebendas, favores e impunidad a compinches, gamonales, amigotes, turiferarios y dirigentes venales. Buscar derroteros para la reconciliación y el bienestar general es secundario. El Tolima vivió, no hace tanto, una época de caudillismo verborrágico que fue como una enfermedad catastrófica: infectó todos los niveles de la administración pública, minó la institucionalidad, infectó la imagen regional ante el resto del país e inoculó a una generación líder prometedora, corruptos vicios politiqueros cuyas secuelas aún padecemos. Su ideal: la política como negocio.

Ante la abulia y el silencio de una comunidad buena, pero resignada, surgió una conciencia moral, un muro de contención a la corrupción sistémica y sistemática que nos devastaba: EL NUEVO DÍA. El proyecto fue concebido por mecenas tolimenses que percibieron que en la delicada coyuntura local, la rentabilidad social era más benéfica que la económica. No fue negocio organizado para enriquecerse. Lo contrario: como dañina estrategia para acallarlo, gamonales de turno retiraban la publicidad oficial y ocasionaban serias crisis financieras. El diario salió avante.

Esa inquebrantable demostración de valor civil, que es emblema del periódico, y de vertical y valeroso compromiso con la comunidad -que pone siempre en riesgo a directivos y periodistas- ha permitido, ayer y hoy, develar sin miedo situaciones y negociados ocultos que nadie quiere denunciar, o que algunos quieren encubrir porque tienen intereses malsanos en la contratación pública.

El ejercer sin tacha durante 25 años su labor periodística, sin contaminarse de politiquería, ni caer en contenidos propagandísticos o en sumisiones a gobernantes, sin dejarse amedrentar por decenas de demandas ‘por injuria y calumnia’ interpuestas por quienes pretenden tapar sus fechorías -y que en justicia siempre son falladas a favor del periódico-, advierte a los depredadores del erario que los tolimenses tienen quién cuide sus intereses, y otorga al periódico una estatura moral incuestionable para enfrentar las poderosas fuerzas oscuras que mucho traman. Es, también, un vocero que destaca lo positivo de nuestra gente y exalta riquezas y atractivos naturales regionales.

Acontecimiento plausible en 2017: los primeros y fructíferos 25 años de EL NUEVO DÍA, publicación de contenidos editoriales de excelencia, de investigación seria, y cuya ética fortalece nuestra tan abusada democracia. Enhorabuena para los directivos y periodistas de su presente y pasado.

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