¡Sobreviviremos!

Polidoro Villa Hernández

Quienes poseen la sapiencia para auscultar la condición humana y las razones que mueven al hombre a actuar como lo hace, afirman que toda buena acción que haga, grande o pequeña, en el fondo, y aunque no lo parezca, siempre tiene un fin egoísta. Cuestión de supervivencia.

Debe ser por eso que no atinamos en elegir un mandatario virtuoso. Si alguien es multimillonario y un candidato ofrece rebajar impuestos, votará por él; si es ‘un caballero cuyo pelo ya pinta algunas canas’, y el aspirante ofrece pensionarlo con quince años de trabajo, sufragará gustoso; si una familia, como miles, no tiene techo y él promete 1.500.000 viviendas nuevas gratis -cifra usual en promesería electoral- ese será su preferido.

Nadie quema neuronas pensando si las gabelas ofrecidas afectarán a otros, y menos calculan de dónde saldrá el dinero para materializar utópicas ofertas. Quienes mucho tienen, ni piensan en ceder aunque sea un poco de su opulencia, o de moderar voraces ambiciones, para que todos tengan un pedazo de torta de la prosperidad. Nuestra visión de sociedad es individualista, no colectiva. Escasos son los líderes sabios y probos que persuadan -sin violencia, ni ‘revoluciones’ tragicómicas- a contribuir con generosidad a la felicidad general.

El voto que hoy depositemos es crucial para los colombianos. Obliga a sopesarlo y a votar en paz, superando la desconfianza y el temor que se percibe en este que debería ser un evento de exultante alegría. Pero la manipulación partidista, la insana polarización y la multiplicación de aspirantes que ofrecen cosas obvias adaptándose a la coyuntura, siembra dudas de si rectificaremos el rumbo. ¿Cuándo votaremos, no por figuras creadas y magnificadas por el marketing político, sino por un programa social sólido que dé continuidad a lo bueno construido y refrene lo malo?

Un profesor, cuyo ‘sentimiento trágico de la existencia’ se altera por elecciones, dice que le recuerdan una policromía enmarcada que el tío tenía en su tienda en Armero: en una isla en medio de un ancho río africano, había un árbol gigantesco de cuyas ramas colgaba un paracaidista. Debajo, sobre las raíces del árbol, dormían con un ojo abierto inquietantes cocodrilos; y, alrededor, el agua la agitaban peces tigre goliat; huecos del tronco albergaban colonias de hormigas bulldog, y mortíferas mambas negras serpenteaban en los bejucos. Nombre del cuadro: “La espera”.

Incierto el futuro político de estos alucinantes países tropicales dónde para discutir asuntos de Estado, un presidente centroamericano estira la mano en el lecho conyugal y despierta a la vicepresidenta.

Las redes sociales difunden el pensar de Pepe Mujica, dizque referido a nosotros, pero aplicable a muchos: “Colombia sería uno de los mejores países para vivir y una potencia económica mundial, si sus ciudadanos se unieran contra los políticos que los han robado por años.” ¿Cuándo será?

Por fortuna, nuestra resiliencia es bíblica. Y si gana la selección en Rusia: “Todo vale nada y el resto vale menos”.

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