Habilidades juveniles

Polidoro Villa Hernández

Como siempre, abundan en el mundo excelsas intenciones, pero como lo repiten gurús, padres y educadores, los buenos propósitos son puro humo si no los hacen realidad las acciones. Sin el bombo que merece, hoy se conmemora, una vez más, el ‘Día Mundial de las Habilidades de la Juventud’.

Esta inspiradora jornada debería estimular a gobiernos y comunidades a conocer las aspiraciones de los jóvenes, y a informarlos amplia y bien para que, con elementos de juicio, tomen decisiones acertadas sobre su carrera y futuro laboral, a ayudarlos a desarrollar las habilidades y destrezas necesarias para insertarse en el cada vez más reñido y complejo mercado laboral, y a encausarlos en la competitividad y el emprendimiento. Y también a generar empleos para ellos, que incorporen la innovación y las nuevas tecnologías que arrollan nuestra inercia.

Un desanimado universitario en vísperas de graduarse, decía que estaba seguro que el trabajo para cual se había preparado aún no había sido creado. No estaba tan despistado si se estima que hay cerca de 70 millones de jóvenes desempleados en países en desarrollo. Uno desearía que el nuevo presidente, quién ha insinuado relevo generacional, lleve a su Gobierno jóvenes que hagan visible la voz y la mirada de una nueva generación que deberá aportar vitalidad a un Estado que necesita remozarse.

Da grima ver en las Corporaciones Públicas políticos que envejecen y languidecen en su curul amparados solo en su poder electoral y cuyo único aporte es la modorra senil. ¿Representan y sirven estos personajes a los jóvenes del país?

Con la proliferación de universidades, aumentan los jóvenes -técnicos y profesionales-, que salen a engrosar la significativa población desempleada. A muchos no les dan empleo porque no tienen experiencia. Pero tampoco la oportunidad para que la adquieran. Otros, porque la profesión que escogieron tiene exceso de oferta, por necesidad tienen que improvisar: “Estoy en las ‘ventas’ mientras consigo algo relacionado con mi carrera.” Se les encuentra manejando taxi -“temporalmente”, dicen-, y en subempleos informales. Algunos son malabaristas de semáforo, o hijos ‘Bon-Bril’ dependientes de sus padres.

Estimular y proyectar las habilidades de los jóvenes los impulsa a volverse parte de la solución y no del problema; hace que recuperen la confianza en las instituciones a las que miran recelosos; y los vuelve agentes de cambio en el proceso de desarrollo del país. Además evita que cada día aparezcan más adolescentes haciendo ‘carrera’ criminal como narcotraficantes o atracadores.

Dura época para esta generación de instruidos muchachos –siempre soñando con trabajar en una multinacional-, que tienen los diplomas como adorno en la sala de su casa, obtenidos con su esfuerzo y el apoyo de su familia, mientras el tiempo, que vuela, juega en su contra.

Poetizaba Rubén Darío: “Juventud, divino tesoro, / ¡ya te vas para no volver! /Cuando quiero llorar, no lloro... /y a veces lloro sin querer…”

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