Cazador de ovnis

Polidoro Villa Hernández

Alguien evocaba por estos días los años ochenta y en ellos la presencia en Ibagué de un atildado abogado litigante y político godo que alcanzó alguna notoriedad. El jurista tenía variadas inquietudes intelectuales, pero su cardinal obsesión era la de que naves extraterrestres visitaban la Ciudad Musical. Noches en vela pasó al lado de un canal en los extensos terrenos adyacentes a la Universidad del Tolima, por la época baldíos, esperando el ansiado arribo de los ovnis.

Con fruición, mostraba como prueba una fotografía en dónde en una imagen difusa aparecían tres agujeros en el suelo que formaban un triángulo equilátero, con vestigios de fuego. Él, afirmaba que era la huella irrebatible del tren de aterrizaje de una nave impulsada por plasma solar. Los contradictores cachiporros ridiculizaban sus conjeturas y decían que ese rastro era de un trípode armado por estudiantes para colgar una olla, en la etapa hormonal en que se organizan lunadas y son compatibles al aire libre el sancocho de gallina, el fogoso amor juvenil, y el humazo de la maracachafa.

Tenía oyentes. Primero, porque era un hombre instruido, de amena charla y con la curiosidad de un niño que nunca pierde la capacidad de asombro; y, segundo, porque disertaba con entusiasmo sobre la probabilidad de encontrar en la Vía Láctea habitantes alienígenas en planetas similares a la tierra: “Aunque sean de un solo ojo. ¡Para lo que hay que ver aquí!”.

Viajó al espacio sideral el espíritu de este inquieto letrado, sin haber tenido la dicha de un ‘encuentro cercano del tercer tipo’, que hoy –sin naves espaciales- tanto infiel practica en los abundantes y acogedores moteles que impulsan la expansión urbana. Él, aseveraba que éramos la siembra alienígena que una civilización superior plantó hace millones de años, y que al resultar el experimento un fiasco total por la malignidad y capacidad destructiva de los entes surgidos, ellos, decepcionados, nunca quisieron volver.

Pontificaba él, visionario, que si “seres ultraterrestres del universo mental”, el máximo rango, no venían a obligarnos a limpiar el estercolero en que convertimos al planeta Tierra, sólo cabía esperar que una vez lo hubiéramos arruinado totalmente, y siendo nosotros elemental basura orgánica, lo justo era que al igual que los dinosaurios y plantas extintas del Cretácico, fuéramos la nueva materia prima para hidrocarburos que millones de años después serían aprovechados por una segunda siembra de humanos. Esa sí inteligente.

En duda la teoría evolucionista, desacreditado el creacionismo que disparó la supuesta majestad del primate original; eliminados del Mundial de Rusia; estrenando Gobierno, y a la expectativa de apretadas reformas tributaria y pensional, se concluye que los temas extraterrestres que el jurisconsulto ventilaba, eran divertidos, estimulantes y contenían más ciencia que los falaces discursos populistas y que los billones de insustanciales whatsapp’s que alienan a jóvenes y veteranos.

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