Desengaños existenciales

Polidoro Villa Hernández

Un multimillonario australiano entrevistado en televisión, confesaba que el mayor recuerdo ingrato de su niñez fue la reiterada promesa familiar -postergada año tras año por la tacañería de su padre, prestamista de oficio- de regalarle en un cumpleaños una bicicleta roja que él deseaba con fervor. No sucedió. Exitoso en su vida de negocios, hoy tiene una colección de 147 velocípedos ¡rojos! Que nunca monta porque la diabetes cercenó sus piernas. Le hubieran dado la bicicleta.

Una respetable abuela de La Pola, es monotemática con las visitas: su esposo, abogado él, prometió comprarle en 1960 una aspiradora ‘impulsada por energía nuclear’, dizque próxima a salir al mercado. El jurista, reside hace lustros en algún rincón candente del purgatorio, y la dama, mientras tanto, continúa usando escobas de esparto del Huila.

Este planeta despiadado está lleno de promesas fallidas, embelecos, embustes descarados y mentiras solemnes, hábilmente concebidas para ‘descrestar calentanos’, como los avispados del altiplano se referían antaño a los ingenuos de tierra caliente. Pero si de promesas exageradas se trata, los paraísos celestiales ofrecidos a quienes en esta vida cumplan imposiciones doctrinarias, a veces inicuas, no tienen parangón.

Cómo no aceptar con estoicismo una vida de renunciación, sacrificios y privaciones en este mundo rudo, si tras perecer en un ‘paseo de la muerte’ en algún sistema de salud, como víctima de daños colaterales en una guerra ajena; en un atentado terrorista en Kabul, o de infarto en un motel con jacuzzi, las religiones garantizan jardines del edén, paraísos, nirvanas. Para asegurar una reservación en estos sitios, es bueno sí estar al día en el prepago de los diezmos y contribuciones exigidas.

Y el menú de deleite eterno en algunos de estos lugares, como en policromo brochure de turismo caliente, ofrece goces paganos que vuelve hasta atractivo subir al cielo impulsado por un chaleco repleto de explosivo C-4: un sitio paradisiaco con agua fresca y cristalina que brota de manantiales; miles de hermosas jovencitas “vírgenes y dóciles” –virtudes las dos que por aquí la liberación femenina ha puesto en vías de extinción-; si se prefiere, hermosos efebos disponibles, para damas y caballeros; cascadas de vino; banquetes pantagruélicos permanentes, y el perfume embriagador de las flores en los jardines. Mentiras puras.

A la generación de los Baby Boomers nos engañaron: nos dijeron que la Luna tenía un lado oscuro, que gozaríamos de una semana laboral de 15 horas, que tendríamos el reloj de Dick Tracy con TV y Smartphone, sin pagar caras tarifas mensuales; que la corrupción llegaría ‘a sus justas proporciones’; que en la medida que subiera el PIB, decrecería la desigualdad y el número de pobres, que la democracia era celestial. ¡Ja! Cuando en el futuro los arqueoantropólogos desentierren nuestros vestigios, nos clasificarán como el periodo en el cual el exceso de gente insensible y de promesas frustradas, propiciaron el colapso del planeta.

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