¡Sálvese quien pueda!

Polidoro Villa Hernández

Una matrona de gran fervor religioso residente en La Pola, que lleva toda una vida alerta al sonar de las campanas para ir a misa, cuenta con tristeza que por causa de un ‘ruido infernal’, perdió su récord personal de 3.839 eucaristías recibidas consecutivamente.

El tal ruido es el de una motocicleta sin silenciador, y andando en la rueda trasera, que monta como alma que lleva el diablo un joven que baja temprano por la carrera Segunda. Cuando la inesperada detonación lastima los sensitivos tímpanos de la dama, ella musita una palabrota indecente que oyó de niña a un tío borrachín. Según ella, eso la descalifica para comulgar.

Sí, las motos llegaron para incomodar y amedrentar. Es razonable que personas de bajos ingresos tengan un vehículo para movilizarse o trabajar y, además, que eso sea elemento de inclusión social, pero la ‘venganza japonesa’, como la llaman, causa muchas muertes y gran estrés en la vida de las comunidades. Sin restricciones excesivas, sanciones ejemplarizantes o controles rígidos para corregir el peligroso zigzagueo de afiebrados motociclistas, la contaminación auditiva y la irresponsabilidad crecen. Los accidentes también.

Para los conductores de taxi que tienen la paciencia como virtud, la mayor tensión en su trabajo la causan las motos: “Si uno tiene un encontrón con una moto, así sea clara culpa de quien la maneja, termina pagando. Nos retienen el carro en los patios, perdemos días de trabajo y casi siempre hay que indemnizarlos. Ellos nunca tienen plata para pagar daños.” Dicen que la agresividad crónica que se observa en quienes conducen motos, es porque sus dueños se sienten inmunes a las sanciones. Y crece la tendencia a convertir cada accidente en plan de jubilación.

En Colombia existen más motos: 7.6 millones, que carros: 5.9 millones. Y aumentarán las primeras. Los tétricos resultados de la alta accidentalidad causada por las motos, es un problema oneroso para la salud pública. Y la pérdida de vidas de niños, adolescentes, y de peatones “que ya caminan lento”, es absurda y dolorosa.

En Ibagué: ¿Quién le pondrá el cascabel al gato de implantar pico y placa para motos? ¿Quién persuadirá a los motociclistas a usar el casco como elemento de seguridad, y no como coqueto adorno? Por cierto: En el Salado hay uno que usa una ollita de aluminio como casco. ¿Innovación fashion? ¿Quién evitará que, burlones, circulen por las vías peatonales, los andenes, y estacionen sobre estos? ¿Quién hará que respeten semáforos, señales de tránsito y peatones? ¿Quién evitará que faroleros machos alfa usen el celular cuando circulan y al mismo tiempo giren la cabeza 90 grados para mirar algún trasero adiposo?

Pareciera que las motos se inventaron para controlar el crecimiento demográfico. Y lo están haciendo con éxito. El caso es que es tal el influjo de estos bólidos ruidosos en la vida cotidiana, que las señoras ahora no cuentan que su marido ronca, sino que suena como una moto.

Comentarios