De moda

Polidoro Villa Hernández

Intensa actividad hubo en el mes de septiembre, cuyas treinta febriles jornadas se dedicaron a celebrar el Día del Amor y la Amistad. Antes, era solo un día, pero a la gente le costaba decidir: que si rosa blanca, o rosa roja; o una tarjeta ‘bien bonita’ destilando frases almibaradas; que si le doy el platico con la Virgen de Guadalupe que me trajeron de México hace dos años. “Que qué detalle le doy a la suegra…”. ‘Detalle’ es, casi siempre, sinónimo de baratija. Laudable que los comerciantes nos persuadan a amarnos y amistarnos tanto, mientras se crea un ministerio para eso.

Traigo a cuento esto, porque en cambio el Primero de octubre, Día Internacional de las Personas de Edad, los comercios estaban vacíos, en los bancos bostezaban los cajeros; ningún vendedor de bastones salió a venderlos, y los habituales veteranos del emblemático café de la segunda, se quejaban de que el tinto estaba aguado. ¿Será que como en la novela de Cormac McCarthy: “Este no es país para viejos”? Es que hasta los andenes parecen diseñados para motocross.

Incluso las tipificaciones: Adulto mayor, persona de edad, edad dorada, carecen de precisión. Un jubilado que no quiere parecerlo, inquiría todos los días al iniciar el ritual del tinto con amigos: “Pero díganme: ¿Dónde está la tercera edad? Hasta que otro, tomando una frase del Águila Descalza lo paró: “Mire: siga derecho, derecho, derecho, y cuando se tuerza, ahí es…”

La cuestión es que la gente mayor de 65 años hoy está en boca de todos los ministros de hacienda del continente porque dizque engullen con voracidad una tajada grande de los presupuestos nacionales. Y los impuestos gravitan sobre la exigua mesada que, como afirmaba un ochentón, “no alcanza ni siquiera para morirse de hambre”.

Con esta arremetida contra las pensiones, en dónde estará ese aguerrido líder sindical -personaje de los años setenta- que próximo a jubilarse tuvo la ilusión de presentar un Proyecto de Ley en favor de los viejitos pensionados. Entre las meritorias exigencias que craneaba, aún se recuerdan algunas que hasta factibles serían en un país sin nóminas paralelas:

Vacaciones pagadas, compensaciones por incapacidades médicas, no subir las pensiones, pero que fueran pagadas en dólares; pensión completa para una segunda esposa, si había hijos con ella, auxilio médico y educacional para los nietos hasta los 25 años, subsidio de transporte en carros acondicionados ¿Uber?; happy hour gratis en bares, pubs y discotecas; dotación laboral, pero en lugar de pesadas botas y feos overoles, se entregarían 12 pijamas de ‘dulceabrigo’ y 3 pares de pantuflas acolchadas; y que el servicio social de las universitarias, se prestara en casa de jubilados.

El adalid promotor de estas ideas se esfumó. De lo contrario, hoy también hubiera pedido se instalaran dispensadores gratis de viagra en los “Campos Dorados”, colonias de vacaciones geriátricas que igualmente proponía. ¡Eso sí es sensibilidad social!

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