¿Contarán la verdad?

Polidoro Villa Hernández

Aunque pocos lo recuerden y suscite más aflicciones que alegrías, hoy se celebra el Día Internacional del Derecho a la Verdad, que busca aguijonear la amnésica memoria colectiva para evitar el olvido de monstruosas violaciones a la dignidad de las personas y a los derechos humanos, ocurridas en patrias donde el imperio de las armas remplaza las leyes divinas y humanas. Y para reivindicar el derecho de las familias de las víctimas a conocer la verdad, antes que llegue el perdón y el olvido que conlleva cierto halo de impunidad.

Coincide esta sensible celebración mundial con las acciones que aquí se adelantan para buscar Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, propiciando el encuentro entre víctimas y victimarios de la cruenta guerra, y así superar miles de duelos familiares al saberse el cómo, cuándo, dónde, y por qué, seres queridos fueron desaparecidos o masacrados. Restablecer paz y confianza llevará tiempo.

Los cruentos sucesos sufridos por el país durante décadas, hace que se desconfíe de los líderes y que la comunidad otorgue poca credibilidad a sus propuestas. Por fortuna, es admirable la resiliencia de los colombianos que han desarrollado, además, una metafórica e inagotable propensión gastronómica denominada “tragar sapos”, que es el aceptar sin rechistar abusos burocráticos, financieros, políticos, sociales, deseando que el sacrificio de tragarse cada cierto tiempo un batracio, contribuya a hacer mejor el país.

Este anhelado proceso de paz requiere mucha fe, para terminar con las medrosas reservas o abierta desconfianza sobre sus resultados y evitar que crezca lo que ha dado en llamarse pesimismo defensivo: cuando las expectativas no son claras, quienes tienen capacidad de invertir, crear empleo, ampliar su negocio, o iniciar emprendimientos, retardan la decisión y la economía se ralentiza con las consecuencias sociales que ello tiene.

Sabido es que decir la Verdad llevan implícitas buena fe, honestidad y sinceridad. Sano que la ‘verdad’ que cuenten los victimarios satisfaga y traiga paz al espíritu de las familias de las víctimas, y que ellas acojan lo dicho por un intelectual galo: “Sólo hay una verdad absoluta: que la verdad es relativa.” Lástima que los acuerdos no hubieran previsto aplicar a los declarantes una pequeña dosis de pentotal sódico -el llamado ‘suero de la verdad’-, cuyos efectos hace difícil mentir. Y ojalá ningún victimario se escude en el artículo 33 de nuestra Constitución, que señala que nadie podrá ser obligado a declarar contra sí mismo o su parentela.

Visto que algún victimario apareció en público con una camiseta marcada: “Víctima del conflicto”, esperemos que sabiéndose vulnerable y para no contarlo todo, o por temor distorsionar la verdad, no termine amparándose en los relativistas versos de Campoamor: «Y es que en el mundo traidor/ nada hay verdad ni mentira:/ todo es según el color/ del cristal con que se mira».

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