Pura fachada

Polidoro Villa Hernández

En su casa campestre un amigo me mostró, vanidoso, una ‘Instalación’ por la que le sacaron un ojo en una Galería de Arte: en un ángulo de la sala, sobre el piso, un reguero de surcos de arena ocre; primorosamente dispuestos habían dos discos de arar usados, girasoles secos, cactus raqueta, y una blanca quijada de burro. Al lado, una placa dorada eternizaba a la autora y el conceptual nombre de la ‘obra’: “Arando la nada”. Pensé en don Lauro, el papá, revolcándose en su tumba al ver como su snob heredero se tira su platica conseguida vendiendo al por mayor costales y alpargatas de fique en Boyacá.

El esnobismo cunde. Deshonroso: arrasamos nuestro pasado aborigen y su enorme riqueza cultural, disimulamos el mestizaje, rendimos pleitesía a lo foráneo y adoptamos lenguaje, maneras y costumbres solo para descrestar. Ya no comemos crispetas, pagamos franquicia para consumir Corn Flakes. Es corroncho el que pide café con leche, lo sofisticado es ordenar un Latte. A un guamuno, muy popular en las reuniones, la gente se le acerca al oírlo hablar de “piernas largas” y “lágrimas densas”, piensan que cuenta una impúdica aventura. No. Creció en Guamo con avena cubana del parque y, sin transición, ahora es enólogo empírico, y mencionando ‘piernas y lágrimas’, engrupe sobre buenos vinos.

Ya no salimos a trotar, ahora vamos al Gym. Algunos apurados dicen que van a una ‘morning meeting’, en lugar de reunión mañanera; las juntas para botar corriente y hablar paja, ahora son “think tank´s”. Y no se dice chévere, sino cool. Una pareja que visitó Rusia, contó que había comido “huevas de centurión”. Ojalá no las hayan encontrado rejudas y con gustillo renal. Al menos, algún esturión salvó su descendencia.

No falta en el corrillo quién afirma comer siempre el mejor sushi y sashimi, aunque todos saben que fijo los viernes compra las rellenas de Berta en la 37 y los jueves los frijoles con pezuña del “Profesor”. Es el mismo que ya no pide caldo, sino consomé al jerez, aunque muere por la sopa de colicero. El que tiene la más completa –y secreta- colección de música carranguera, pero afirma que solo escucha Tannhauser de Wagner. Otro, madruga a ver los partidos del Borussia Mönchengladbach de la Bundesliga, aunque el ‘Tolimita’ vaya de primero.

Y el mercado se ajusta al capricho snob: Una posada boutique del altiplano, ofrece para el desayuno a sus huéspedes de dedo parado: “Huevos poché en chicha boyacense”. Seguramente, en lugar de chocolate sirven antiácidos. Damas, lucen carteras Gucci hechas en Envigado y Rolex de Bangladés.

Algunos restaurantes de carretera, también tientan a los snob con platos de caché: Chautubrian y Filet miñongo (sic). Lagarto de res, o burroapestao, se enternecen con ese ‘toque’ francés. Otro, ofrece ‘Gallina con toque bávaro’: ‘Gumarra’ de despaje, acompañada de una cerveza al clima. País de farsa.

Comentarios