Dinero fácil

Polidoro Villa Hernández

El procurador Fernando Carrillo acuñó el mordaz término ‘Síndrome del Lamborghini’, para el caso de corrupción de un funcionario de aduanas que recibía pilas de dinero por facilitar la entrada de mercancía de contrabando. Lo curioso, es que al exitoso defraudador -padre dadivoso, por cierto- lo delató el despilfarro de su mimada hija en USA, que iba a la universidad no en patineta, si no en una ‘macchina molto costoso’ de esa marca. Además, utilizaba lujoso Porsche para hacer mercado. ¡El sueño de la clase emergente!

En el Ranking de Corrupción del Sector Público publicado por Transparencia Internacional, Colombia ocupaba en el 2017 el puesto 90 entre 180 países; hoy está en el 99. Todo indica que el efecto demostrativo de la corrupción practicada por personajes nacionales que debieran ser paradigmas de probidad y transparencia, hace que saquear y derrochar los dineros del Estado se haya convertido en una competición insana: “Sí roban los de arriba, yo por qué no…”, pareciera justificar la creciente y perversa depredación.

Será que se aplica aquí lo dicho por la ministra de un país europeo, no tan próspero, que replicó a quienes criticaban su decisión de dilapidar plata dando un contrato para “La resolución de conflictos con los hipopótamos en Guinea Bissau”: “El dinero Público no es de nadie…” Aquí, al menos tenemos a Mockus que repite “Los recursos públicos son sagrados”

A diferencia de otros funcionarios rateros, se le abona al capturado que tenía a su manirrota hija estudiando, nada menos que en Harvard. Las excentricidades y ostentación de la ‘niña’ con dinero mal habido, tiene antecedentes en el país con los excesos de los narcotraficantes. Pero evolucionamos: estos contratan mexicanos para cantar narcocorridos y exigen repetir 20 veces “El Rey”; a la tarambana le fascina la música electrónica; los narcos suspiran por armas de oro; ella por los celulares del metal. Carros ‘lobos’ y Rolex dorados son apetecidos cuando el dinero es fácil.

Celestial coincidencia: La familia del corrupto hacía aportes generosos a un grupo religioso, que la tiene en gran estima, y que nunca indagó sobre la procedencia del dinero. Los narcos también enviaban espléndidas limosnas a las iglesias, dinero que “se purifica al entrar a la casa de Dios”. ¿El que peca y reza empata?

Corrupta la sal, difícil que se repita hoy la historia -que linda entre verdad e ilusión- de un profesor de Rojas Pinilla, que le pidió a éste ayuda porque su situación económica lo tenía al borde del hambre. El dictador, que recordaba agradecido al educador, lo nombró ex profeso en puesto clave de la aduana de un importante puerto, que si bien tenía sueldo muy bajo de allí salían ricos los funcionarios en corto tiempo.

Seis meses después, el eficiente funcionario escribió al presidente: “Querido General Rojas: Gracias por el puesto, pero renuncio porque con el sueldito que tiene me estoy acercando más rápido a la muerte.” De esta gente ya no queda.

Comentarios