Ahora que por la crisis en Europa numerosos españoles llegan a competir por nuestros empleos, sorprende la expectativa que ha suscitado en hogares, cavilaciones en El Patriarca y simposios de jubilados en la 12, el cacareado anuncio de la canciller de que pronto los colombianos podrán entrar sin visa a los países de la Unión Europea.
Algún espíritu crítico, ¡hasta comunista debe ser!, decía que los pobres de nuestras ‘democracias’ tropicales, cuando mueran, van a encontrar muy aburrido el cielo porque allá, igual que aquí, no hay trabajo, ni servicios médicos, ni servicios públicos, ni hospitales, ni seguridad, ni escuelas, ni plata. Pero sí miríadas de desocupados, como aquí.
Parece que nos despojarán del más fundamental punto de referencia que tenemos para reafirmar nuestra identidad y para saber en qué sitio encajamos en la pirámide social, monumento que aquí cada día es más agudo en la cúspide (‘cacaos’ y mandamás) y más ancho en su base (los zarrapastrosos mencionados por el ‘exvice’ Angelino Garzón).