La picaleña ley del Talión

George Wallis

Uno de los titulares de la prensa nacional, que revela un creciente dilema social, se presentó hace unos días en la prensa nacional: ‘‘Nos ha tocado proteger más de 600 delincuentes para que no sean linchados’: Guatibonza”.

La noticia se refiere a las declaraciones del Comandante de la Policía de Bogotá frente al caso en que un hombre contraatacó y quitó la vida a un ladrón con el arma blanca con la que este pretendía robar su bicicleta.

Aplausos, en principio, para la civilizada ‘mejor policía del mundo’ (recordemos sus internacionalmente reconocidos generales Rosso José Serrano y Óscar Naranjo).

Sin embargo, los más pobres desmienten tales honores, como si repitieran una frase del poeta Paul Eluard: “car les levres les plus pauvres te dénoncent” (porque los labios de los más pobres te denuncian).

Sí, es la Colombia de a pie, tan lejos de barrios como Las Victorias, la que inquieta a Guatibonza. Son estos ciudadanos, cansados de ser robados, amenazados con todo tipo de armas, de saber que sus mujeres son manoseadas o violadas en los buses o en oscuros rincones de Ibagué y sus hijos presa de depravados, quienes recurren a las raíces de la violencia en Colombia.

Ese tipo de ‘moral’ pública, que propició tanto la guerrilla como el nacimiento de las autodefensas, empieza a promoverse de nuevo entre las masas. Son esas mismas masas que un día asesinaron a un tal Juan Roa Sierra. Son sus nietos, o los nietos de ‘los Pepes’, animados por música de champeta, quienes utilizan las redes sociales ‘para difundir mensajes tan pegajosos como peligrosos’.

Se exaltan, entonces, los reconocidos linchamientos de pueblos marginales en el Ecuador. Uno de los comentaristas on line de esta noticia citada al comienzo, dice lo siguiente: “Nos cansamos que la ley cobije a estas ratas, así es que es, limpieza ciudadana, nos tocó a nosotros mismos por que a los que delegamos les quedo grande, en Ecuador en varias poblaciones los queman y así erradicaron el problema, en Singapur tienen pena de muerte, desafortunadamente es la única solución” (SIC).

En los más apartados lugares de Colombia, tan lejos de Dios y tan cerca de guerrilla y paramilitares, se echa de menos la justicia sumaria. Uno piensa que representan el renacimiento de la plaga, pero también los entiende, los debe entender.

Lo cierto es que la falta de confianza de la comunidad en la justicia y en la eficiencia de la policía, nos está llevando a una reiterativa aplicación de la única ley que ahora funciona para ‘les plus pauvres’: la milenaria ‘Ley del Talión’.

Ante ellos, el Estado ineficiente y contradictorio, el mismo que busca deslegitimar esta justicia sumaria, ciertamente tan primitiva como inmediata, debe actuar.

Comentarios