Carta abierta a ‘Timochenko’

George Wallis

“Trabajar era bueno en el sur, cortar los árboles, hacer canoas de los troncos. Ir por los ríos en el sur, decir canciones era bueno. Trabajar entre ricas maderas. Sobre troncos la vida, sobre la espuma, cantando las crecientes”. ¿Trabajar un pretexto para no irse del río, para ser también el río, el rumor de la orilla?

Así recordaba la vida mi amigo del alma Aurelio Arturo, invocando a Juan Gálvez, José Narváez y Pioquinto Sierra. Todos ellos son parte de un pueblo que vivía con dignidad su pobreza, porque su pobreza, su estilo sencillo de vida, era su verdadera riqueza. Ellos en verdad, en medio de la naturaleza robusta, eran como robles entre robles.

Sí, ellos vivían mejor que cualquiera de los ricos que justifican su ‘revolución’, aquellos que anegan su corazón de tanto odio que no les importa golpear a los más pobres con tal de fastidiar algunos cuantos potentados. Estos ricos que al final usted nunca acabará, aunque tuviera alguna oportunidad de triunfar que hoy no tiene. Ellos podrían irse todos a Miami o dentro de algún tiempo a sembrar sus negocios en la ‘Nueva Habana State’.

Pero, ahora, con sus actos demenciales, hiere de nuevo sin piedad a la ‘Pacha Mama’, la madre de todos, la tierra santa, para obligar a todos los pobres a vivir en el cielo que las Farc nos tienen prometido. Pioquinto Sierra y todos los demás, que tenían su paraíso en Tumaco y las riberas de los ríos del Sur, han empezado a irse desde hace muchos años y ahora lo harán muchos más, porque sus feraces riveras y sus playas bajo la luna plateada están anegadas en sangre y petróleo.

Supongo que usted conoce a Carlos Antonio Lozada, quien dice representarlo en La Habana. Según él, el nuevo atentado del lunes pasado contra el Oleoducto Transandino, produjo unos daños “no deseados” y de los que la guerrilla no se enorgullece. Como comprenderá de estas afirmaciones de su subcomandante, el hecho de que hubieran producido semejante catástrofe ‘sin querer queriendo’, el hecho de que los guerrilleros rasos aparentemente no tengan conexión con la cúpula para perpetrar semejante ecocidio, no exime a usted ni a su Comando Central de la responsabilidad histórica de este otro tipo de crimen de lesa humanidad.

Según Lozada, “lo ocurrido en Tumaco obliga a que debamos pensar en esforzarnos por buscar soluciones urgentes a la confrontación”. A veces pienso que es otra declaración bipolar. Demuéstrennos que esta vez podemos creerles, acordando pronto la paz y bajando la cerviz, como les corresponde por lo hecho en Tumaco. Háganlo para empezar a resarcir así a cientos de miles, quizá a millones de pobres, víctimas ‘colaterales’ de sus ataques.

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