La batalla por un país más justo

George Wallis

Ya está cantado por la Fiscalía: Samuel Moreno, el exalcalde de Bogotá que representa la figura de la corrupción política y del abuso del poder, está a punto de quedar libre por vencimiento de términos.

El sindicado, que seguramente reía a sus anchas hace varios años, cuando en Bogotá empezaron a llamarlo ‘Samuel el Bobito’ por su ineficiente gestión, es en realidad uno de los personajes más astutos y siniestros que ha conocido Colombia.

Parecería que la justicia se aplica selectivamente, permitiendo un orden de cosas similar a la dictadura que desterramos hace 58 años. Para ellos, para los políticos acusados de corrupción, la justicia que se aplica es muy diferente a la del común de los ciudadanos, quienes por razones menores pueden pasar largas temporadas en las más horrendas cárceles del país.

Mientras ‘el bobito’ lleva 4 años detenido en las cómodas instalaciones de la Escuela de Caballería, las tretas de su abogado Alarcón son bien conocidas. Gracias a ellas llevan varios años de dilatar el proceso.

Con la complacencia del sistema, Alarcón no ha asistido a las audiencias, ha obligado a reiterados aplazamientos de las mismas y ha buscado toda clase de excusas para lograr su propósito.

El honor de jurista parece importar un bledo, así como a Samuel le importaría poco su prestigio como alcalde honesto y buen ejecutor de obras públicas.

Ellos, defensor y defendido, solo han ido tras de un resultado económico o profesional que los beneficie, así se hunda la sociedad.

Viene esto a mi mente cuando estamos a punto de llegar a un acuerdo de paz, para sellar una confrontación armada que inició como un proceso de reivindicación social. Tras la tragedia que han significado para Colombia las Farc, uno esperaría que al menos algo hubiera mejorado la equidad social al terminar su cruel lucha.

Pero no. Ahí está Samuel para recordarnos que el país sigue igual que en épocas de su abuelo, tan corrupto y tan clasista en términos de manejo del poder político como en los años 50.

El General Rojas Pinilla fue sacado del poder a sombrerazos, en buena parte por escándalos de corrupción. Pero, a este paso, como va repitiéndose la historia, algún día nos gobernarán los hijos de Samuel e Iván, convertidos en mártires de la democracia y respaldados por poderosas maquinarias políticas de izquierda o derecha, según sea conveniente.

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Pero la democracia no puede ser tan absurdamente perversa. Guillermo Alfonso Jaramillo es uno de los líderes políticos de una izquierda íntegra que se enfrentó a la corrupción de los Moreno y del llamado Carrusel de la Contratación en Bogotá. Competente y honesto, podría significar la diferencia entre una Ibagué decadente y un nuevo amanecer del Tolima.

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