Tolima y las nuevas tendencias políticas

George Wallis

El resultado del debate electoral del domingo permite definir con claridad unas nuevas tendencias sociales y políticas en el Tolima y en general en Colombia. En Ibagué, el voto de opinión fue el claro ganador de los comicios. En el caso de Guillermo Alfonso Jaramillo, desarticuló una maquinaria que durante casi 15 años se había mantenido en el poder.

Esta tendencia de Ibagué, la octava ciudad más poblada de Colombia, se percibe también a nivel nacional. El caso más representativo, por el tamaño de la muestra, es desde luego Bogotá, ciudad en la cual vive casi el 20 por ciento de los colombianos.

Allá, ni la maquinaria del Gobierno nacional, que apoyaba a Pardo, ni la maquinaria del Distrito, que se volcó a apoyar a Clara López, pudieron derrotar a Peñalosa. El voto independiente también fue determinante en otras ciudades, incluyendo las otras más grandes del país: Medellín y Cali.

No podemos decir que en todo el país ganó el voto de opinión, pero sí que es la tendencia mayoritaria en la democracia, por primera vez. Esto, tiene un significado enorme y debe analizarse debidamente. Mientras se definan estudios sociológicos precisos, surgen ideas para explicar el fenómeno electoral.

En primer lugar, pensaría uno, el pueblo se despertó y votó copiosamente derrotando la abstención, que es aliada natural de las maquinarias. En los comicios municipales, la abstención pasó del 42.7 por ciento en 2011 al 40.69 hoy.

De otra parte, resaltaría el cambio demográfico de los votantes. Ellos son hoy más educados y mejor informados que ninguna generación precedente de colombianos. Esto habría fortalecido ese voto de opinión. Los medios sociales (Facebook, Twitter y WhatsApp), jugaron un papel importante en transmitir toda suerte de opiniones a la gente joven.

De esta manera no comieron fácilmente cuento ni de los dogmatismos, ni de las presiones de la maquinaria. Y lo más importante, a la hora de decidir descartaron las opiniones más polarizadoras.

La segunda conclusión es, precisamente por eso, la derrota de las posiciones extremas. Perdieron las elecciones la izquierda radical y también grupos ortodoxos de derecha. El Centro Democrático, por ejemplo, debió resignarse a la derrota en la alcaldía de Medellín y la Gobernación de Antioquia, sus epicentros electorales. La Colombia moderna no desea polarizaciones.

Esto marca una tendencia de Colombia a aceptar este ciclo histórico que nos debe llevar bastante pronto a la firma de un acuerdo de paz. El revés de la izquierda, paradójicamente, debe quitar argumentos a muchas personas preocupadas por un inminente triunfo de la ultra-izquierda que se desmovilizaría.

Ahora, viene el momento de la verdad de los independientes: afianzar un nuevo Tolima y una Colombia en paz, competitiva y equitativa. Esta vez no pueden chambonear, como advertiría Echandía.

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