Caracas, ¿a punto de amanecer?

George Wallis

El próximo 2 de febrero se cumplirán 17 años de la asunción al poder en Venezuela del Coronel Hugo Chávez. Ese día fue ‘la alborada’ de la República Bolivariana. La gran mayoría de los venezolanos, un 80% de ellos, refrendó por ello una nueva constitución, llenos de ilusiones de un mejor vivir como nación.

En esos mismos días el entorno latinoamericano incubaba en sus entrañas un sentimiento de izquierda radical. En Colombia, el Gobierno de Samper a duras penas lograba defenderse de los avances de las Farc. En Ecuador, la democracia estrenaba cada año un nuevo presidente. En Bolivia la lucha indígena tenía en jaque a los gobiernos de turno. En Nicaragua, el corrupto Arnoldo Alemán había logrado que el pueblo se llenara de nostalgia por el sandinismo. En Argentina, el Presidente Menem ocultaba con sus actos histriónicos, el creciente descontento de los más pobres de un país que se creía a las puertas del primer mundo. Todos tenían por faro viviente a Fidel Castro, octogenario, pero aún vital líder y figura mítica de Cuba, la madre de las revoluciones continentales.

En 2002, cuando el establecimiento venezolano fracasó en su previsible intento de deponer a Chávez, inició el ‘mediodía’ de la revolución bolivariana. Se pisó el acelerador de las reformas radicales, en un momento en que los otros protagonistas mencionados, exceptuando a Colombia, giraban a la izquierda. Cuba, hegemónica en el gobierno castrista, vio entonces la oportunidad de reactivar su economía con petrodólares de Venezuela y se convirtió en el tutor y guardián del inexperto discípulo de Caracas. Este mediodía revolucionario parecía rodeado de buenos augurios de construir un paraíso socialista en el país más rico de Suramérica.

Pero factores como la corrupción creciente de los copartidarios de Chávez, la miopía del manejo económico y la implementación de un régimen dictatorial estilo Cuba, se volverían un verdadero cáncer de Venezuela. Este flagelo los acompañaría desde el luminoso ‘mediodía’ hasta la muerte de Chávez, al terminar ‘la tarde’ de este largo ciclo bolivariano.

Vino entonces la noche, en manos de uno de los más oscuros regímenes dictatoriales del mundo: la presidencia de Maduro. El vecindario ha cambiado totalmente: Colombia está a punto de lograr la anhelada paz; Ecuador y Bolivia son democracias de izquierda, sí, pero curadas en sus ansias revolucionarias, que parecen encaminarse al final de su ciclo; Argentina empieza a virar a la derecha; Cuba, con Fidel minimizado, está ahora muy cerca de los EE.UU. El 80% de los venezolanos vive una noche horrible y sueña con un comienzo del nuevo ‘amanecer’. Tal vez sea en los comicios parlamentarios del mes entrante. Tal vez tengamos un renacer, si no lo ahogan las fuerzas tiránicas y mafiosas adictas al régimen actual.

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