Noviembre de pesadilla

George Wallis

Hace treinta años los colombianos llegamos a pensar que el fin del mundo se empezaba a volver realidad. Fue cuando lo impensable, las tragedias que nadie esperaría, tuvieron lugar en tan solo una semana.

La primera, la toma por asalto del poder judicial de toda la Nación, sobrevino el día 6 de noviembre. 94 compatriotas muertos y 11 desaparecidos, entre ellos los mejores juristas de Colombia, fueron una noticia dantesca.

El 13 de noviembre siguiente, con la tragedia de Armero, toda una pujante ciudad del Tolima, en el corazón agrícola de Colombia, desapareció arrasada por una avalancha de lodo y cenizas. Esa vez 23 mil personas murieron víctimas de la furia de la naturaleza.

Qué más podríamos pensar los colombianos, cuando esto parecía al menos el principio del fin de nuestra patria. ¡El diablo se había adueñado de Colombia!...-decían algunos.

Y quienes así pensaban, debieron entender en los tiempos siguientes que esa había sido apenas la puerta de entrada al infierno. Más adelante vendría la total descomposición de la guerra de guerrillas de las Farc y el ELN, en una barbarie sin precedentes, que duró cerca de 20 años, de secuestros, tomas de poblaciones, cilindros bomba y torturas sin fin a la población civil.

Como si fuera poco, aparecieron por esos días los monstruos del paramilitarismo, tan feroces y despiadados como los guerrilleros. Y, no podía faltar, la barbarie del narcotráfico, representada en cabezas del mal como: Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha, a quienes no les importaba derribar un avión lleno de pasajeros, con tal de asesinar uno solo de sus ‘enemigos’. O los días oscuros de la compra de una presidencia de la República con dineros de la droga; o los asesinatos de los políticos, periodistas o jueces que se les opusieran.

Hoy en día, 30 años después de ese noviembre nefasto, en que se abrieron las puertas del averno, muchos protagonistas de esa historia y de los aciagos años que vinieron después, son figuras públicas que hacen las noticias de hoy. Entre ellos están: Belisario Betancur, el presidente de la maldición; Juan Manuel Santos, el delfín de una casta, que hoy es presidente; Álvaro Uribe, víctima de la guerrilla, y expresidente ultraderechista; Clara López, la rebelde niña de la aristocracia bogotana, hoy controvertida política; Antonio Navarro, mítica figura de la izquierda revolucionaria y Gustavo Petro, sobreviviente de la barbarie que él mismo ayudó a gestar.

Estos personajes, seguramente golpeados por sus recuerdos, protagonizan ahora un nuevo capítulo de esta sufrida Colombia que anhela una era de paz. Pero solo algunos de ellos parecen tener la madurez suficiente para pedir perdón, para entender de dónde venimos y para dónde vamos, con espíritu de grandeza.

La historia los reconocerá.

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