SMLV y equidad por decreto

George Wallis

Las noticias suelen ser escasas en diciembre, mes dedicado a disfrutar de tradiciones ancestrales. Pero incluso las noticias de impacto social, como la definición del salario mínimo que un colombiano debe recibir para subsistir, se vuelven parte de una tradición.

Cada diciembre se reúne la comisión tripartita (gobierno, empresarios y trabajadores) de Concertación de Políticas Salariales y Laborales, para discutir el reajuste del Salario Mínimo Legal (Smlv). Empieza entonces un cuidadoso montaje de una obra teatral en la cual el argumento central es la negociación de un ‘producto’ (la mano de obra, cuyas cualidades son ponderadas por los trabajadores), la correspondiente ‘oferta’ por la mano de obra (a cargo de los empleadores) y la decisión del ‘jefe de mercadeo’ (el Gobierno).

De distinta manera todos los colombianos nos involucramos en el sainete. Algunos, con ojos de esperanza, otros con escepticismo, como si ya conociéramos el final de la obra, anunciado previamente por el índice de inflación anual. La ilusión del pueblo esperanzado es que haya una especie de Niño Dios del Trabajo, encargado de traer equidad a nuestra sociedad.

Ya pocos creen en el Niño Dios y menos en que un decreto de salario mínimo sea la fórmula para instaurar la tan anhelada equidad económica. Los pocos que aún creían en ese cuento o que aún lo pregonan por conveniencia política (las centrales obreras), saben que en Venezuela llevan casi 17 años intentándolo y cada vez hay más inflación y empobrecimiento general. De hecho, todos sabemos que los venezolanos mandaron al carajo al Psuv, que se disfrazaba de niño dios laboral, el pasado 6 de diciembre.

Hay una lista de las sociedades más equitativas del mundo, donde no existen leyes ni decretos de salario mínimo. Entre estos países están: Dinamarca, la República Checa, Austria, Noruega, Islandia, Suecia, Suiza y Finlandia. En Noruega, en particular, el promedio de los salarios es alto y el desempleo llega apenas al 3.7%. En general el promedio anual de los salarios en estos países es mucho más alto que el de aquellos otros países que tienen salario mínimo legal. Además, en este grupo de países con salario mínimo, el desempleo suele ser más alto.

Volviendo al ejemplo de Venezuela, el salario mínimo, queda claro, afecta muchas variables económicas y no es prudente, así suene muy solidario y equitativo, subirlo más allá del límite de inflación. Otra cosa es que los empresarios tengan una conciencia social y fijen remuneraciones equitativas entre sueldos directivos y trabajadores rasos.

Otra cosa sería la conveniencia social de que cada empresa, según sus circunstancias, remunerara la productividad de cada trabajador, y ojalá con porcentajes de ganancias de la empresa. Así lo hace exitosamente y sin ser ley el empresario-alcalde Maurice Armitage.

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