¿De qué lado está Íngrid?

George Wallis

“Fueron muchos los nombres que me dieron: ‘la cucha’, por vieja; ‘la garza’, por flaca; ‘la perra’, por mujer; ‘la carga’ por secuestrada” –dijo Íngrid Betancourt en el foro ‘La reconciliación, más que realismo mágico’. Ella, recordaba así el degradante y deshumanizado trato que recibió de la guerrilla en su doloroso secuestro.

Es claro que Íngrid no ha olvidado los detalles de su largo cautiverio a manos de las Farc, ni el sacrificio de sus compatriotas para liberarla… “Para yo poder estar aquí con ustedes hoy, otros murieron: aquellos policías y militares que no volvieron a sus casas luego de intentar rescatarnos y cuyas madres recibieron de vuelta — no a sus hijos como sí lo hizo la mía —, sino un ataúd y una bandera”, dice Íngrid en otros apartes de su discurso.

Y, al oír esto, muchos enemigos del proceso de paz, se enardecen una vez más contra la guerrilla. Y son gente buena, que piensa que no se debe perdonar estos crímenes atroces.

Son defensores de la ley, incapaces de empuñar un arma contra otro colombiano, que solo defienden la ley. Íngrid, para ellos, si tomaran en cuenta solo estas citas, está de su lado. Es una heroína de la libertad, como Juana de Arco. Sí, para ellos, el proceso de paz que está avanzando en la Habana debe rechazarlo todo colombiano de bien.

Pero, desde luego, los líderes de la gente que piensa así, sus ventrílocuos y panegiristas, dudaban ya de Íngrid antes de que empezara a hablar. Sabían que la presencia de ‘la colombo-francesa’, invitada por la fundación de Santos, no iba a darles la razón en su perspectiva contra el proceso actual.

Efectivamente, la cuidadosa introducción de Íngrid, reafirmando su gratitud a los colombianos que se sacrificaron por su libertad, fue ignorada por ellos, cuando habló de ‘perdón y reconciliación’, palabras malditas.

No importa que Betancourt haya hecho un análisis muy humano de Álvaro Uribe, el adalid de este grupo, en relación con su posición política.

No interesa que en sus entrevistas, que de alguna manera reiteran su gratitud, exprese su solidaridad con la tragedia histórica-familiar de Uribe y que no se atreve a juzgarlo.

Como en la peor época de la violencia bipartidista en Colombia, mientras los educados líderes políticos se saludan cordialmente, sus seguidores blanden machetes y expulsan bilis con su lengua viperina.

Hoy, casi sesenta años después del declive de esa violencia política, se vive una historia similar. Mientras el Centro Democrático cuida la compostura de sus palabras, sus seguidores recuerdan a sus abuelos ‘godos’ y ‘cachiporros’, en el campo de batalla de Facebook, desollando a Íngrid con improperios.

Hoy, como antes, no hay campo para la reconciliación. Pero la reconciliación vendrá.

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