Elecciones peruanas y dos historias bolivarianas paralelas

George Wallis

La historia de Perú y Colombia presenta muchas coincidencias históricas. Ambas naciones fueron habitadas por extraordinarias culturas precolombinas, los incas y los chibchas, entre ellos. Ambas se convirtieron finalmente en virreinatos de España, tras la conquista. Y ambas fueron liberadas del yugo colonial por Bolívar. Estos ejemplos tempranos de afinidad, que desde luego tuvieron también grandes características diferenciadoras, parecerían encontrarse con claridad en la última generación de estos ‘países bolivarianos’.

A raíz de la reciente confrontación electoral entre Keiko Fujimori y Kuczynski, parece apropiado revisar esta última analogía. Hace 25 años, Perú era un estado casi fallido, amenazado por el terrorismo maoísta de Sendero Luminoso, cuando llegó al poder ‘providencialmente’ Alberto Fujimori. La mano dura de Fujimori y la aplicación de políticas económicas ortodoxas, lograron rescatar al país del abismo. Fujimori se convirtió entonces en venerado héroe popular.

Apenas una década después de los hechos que antecedieron la llegada del fujimorismo, Colombia también era calificado por el Departamento de Estado de EE.UU. como un país a punto de ser inviable. Estábamos amenazados por las Farc y el ELN, como aún es bien recordado. Fue cuando surgió la presidencia de Álvaro Uribe Vélez. Las políticas de seguridad democrática y el manejo conservador de la economía, nos permitieron respirar de nuevo. Uribe llegó a ser idolatrado en Colombia.

Ambos gobiernos ‘redentoristas’, el peruano y el colombiano, buscaron entonces la reelección. E indudablemente la democracia premió la ‘buena gestión’ de sus primeros gobiernos con una segunda oportunidad. Y no es que los pueblos estuvieran equivocados, aquí y allá. Simplemente, nadie que está siendo rescatado del abismo se pone a revisar si las botas de su salvador están limpias de sangre y barro o no.

Pero las cosas se tranquilizaron lo suficiente para mirar con detenimiento, aquí y allá. Tras largos años de mandato, tanto el fujimorismo como el uribismo fueron acusados de violar derechos humanos y de corrupción. La llegada de nuevos gobiernos hizo que la opinión pública tuviera diferentes perspectivas de los caudillos.

Con el paso de los años, ciertas características del liderazgo, como el carisma del gobernante o la capacidad de generar seguridad, desaparecieron de los respectivos gobiernos nacionales. Eso despertó una ola de añoranzas populares de principios básicos de la democracia. Y entonces se enfrentó la conciencia en dos países divididos entre la ética y el pragmatismo social.

Hoy, al escribir esta columna, parecería que los opositores de Keiko Fujimori, que ven en ella los hilos de poder de su padre, han sido derrotados por Kuczynski. Parecería que esta vez hechos semejantes se vieron primero acá que allá. Algo parecido, que no igual, ocurrió acá en las elecciones de junio de 2014, cuando Santos derrotó a Zuluaga en segunda vuelta.

Comentarios