Jesucristo conquista el mundo con la gloria

Jairo Yate Ramírez

«... -« En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:. -«¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?» Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo” ... Mateo 26,14-27,66. 

Acompañamos al Hijo de Dios en la ciudad santa de Jerusalén. Hacia esa ciudad se dirigen las plegarias de las tres religiones monoteístas: Judíos, cristianos y musulmanes. Disponemos nuestro espíritu y corazón para vivir el acontecimiento cumbre de nuestra fe católica - cristiana. La Pasión, la muerte, la resurrección, de Aquel que tuvo la osadía de conquistar el mundo con la gloria de su propio sufrimiento. Narra la historia bíblica que Jesús dispuso todo para este gran acontecimiento salvífico, subió a Jerusalén para cumplir con la misión que el mismo Padre le había encomendado; al llegar se encuentra con la gran sorpresa: “Es aclamado como Mesías, como el salvador del mundo”, los niños hebreos, los pobres, los sencillos, los humildes, batiendo ramos de olivo, le abren calle de honor, al gran rey que viene montado en un pollino”.

Misión impredecible para la mente de otros estratos sociales judíos, para el mismo gobierno, para el sanedrín, para el senado, para la clase social privilegiada. El que quita el pecado del mundo pone en marcha el Reino de su Padre, es un mundo nuevo que se abre al horizonte jerosolimitano, es el Reino de la paz, de la justicia, del amor, el Reino de aquellos que han aprendido en su experiencia de fe, a hacer la voluntad de Dios. No es fácil entrar a romper con las estructuras sociales, con la mentalidad milenaria de un pueblo, con la concepción teísta de hombres y mujeres que no logran asimilar entre el Dios de ellos y el Dios encarnado según la persona de Cristo Jesús.
Hoy el mundo sigue viviendo en el presente la realidad de Jesús, vivo, presente en la Eucaristía; vivo, presente en su Palabra; vivo, presente en su Iglesia; vivo, manifestado a través de sus sacerdotes; vivo, en medio de su gente, el pueblo de Dios. Así pues, que no debemos sentir ningún temor en lanzarnos a vivir esta gran experiencia de la fe, a permitir que todas las ceremonias y actos litúrgicos nos hagan sentir la presencia del Mesías en nuestras vidas.

Cuida tu salud: aprende a conquistar el mundo, con la grandeza de tu testimonio de vida. 

Arquidiócesis de Ibagué

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