Somos testigos de la esperanza: Cristo resucitó

Jairo Yate Ramírez

«... -« María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. ... Juan 20,1-9. Cristo necesariamente debía resucitar entre los muertos. Es la noticia esperanzadora y renovadora de nuestra fe al cumplirse la celebración del misterio de la Pasión, muerte y resurrección del Señor. El primer Domingo de Pascua en la historia del cristianismo se celebró en la ciudad de Jerusalén.

Parodiando el texto bíblico, según San Juan, sabemos que los soldados buscaron el sepulcro para ver si estaba custodiado. Las mujeres madrugaron a visitar al Señor en el sepulcro, llevando consigo aromas. Pedro y Juan acudieron al sepulcro con desconcierto y esperanza. El resultado de todo este proceso es que el cuerpo no estaba allí. La muerte no tiene la última palabra. La experiencia con el resucitado es motivo de gozo, de paz, de alegría, de fe, de cumplimiento de las promesas de un Dios Padre, de un Dios Hijo, de un Dios Espíritu que se quedó para permanecer con nosotros.

Pascua es ese acontecimiento central de nuestra fe, porque a través de ella descubrimos en su complejidad el misterio de Cristo, el misterio de Dios, el misterio de la Iglesia, la misión que se nos encomienda: “Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos”.

Qué bueno caer en cuenta de que no estamos solos, nuestra vida no se reduce a un sepulcro, porque la losa que cubría el sepulcro ha desaparecido, nos han liberado de las tinieblas, de la oscuridad, del pecado, de la condenación eterna. Vivir la Pascua en toda su extensión es comenzar a ser el testigo de la esperanza. El mundo en que vivimos sigue sufriendo el dolor, el hambre, el abandono, la soledad y la incertidumbre.

Hay que iniciar la gran tarea con el resucitado, no podemos seguir siendo pesimistas, no podemos quedarnos contemplando la lamentación, no podemos esperar la utopía de que todo se mejore algún día. Hay que abrir la puerta para que salga el testigo de la esperanza, todos los días debemos ejecutar acciones de vida nueva con los demás; el amor que Dios infunde en nuestros corazones es fuente inagotable de creatividad, para construir un mundo mejor.

No olvidemos y es bueno recordar: “Que esta fiesta de la Pascua sea ocasión para reconocer el protagonismo de las mujeres durante el ministerio apostólico de Jesús: ellas lo acompañaron en sus correrías apostólicas, lo confortaron en su agonía cuando caminaba por la “vía dolorosa”, lo acompañaron junto a la cruz y después prepararon su cuerpo para la sepultura, y cuando amaneció fueron las primeras en dirigirse al sepulcro.

Cuida tu salud: Comienza a pensar que el mundo puede ser mejor, si tú vives como un testigo de la esperanza. 

Arquidiócesis de Ibagué

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