En Dios no hay lugar para la equivocación, él es la luz

Jairo Yate Ramírez

“Con este encargo del rey se pusieron en camino. La estrella que ellos habían visto aparecer, los fue guiando, hasta que al llegar encima del sitio donde estaba el niño, se detuvo. Al ver la estrella, se pusieron muy felices, y una vez en la casa, vieron al niño con María su madre, cayeron de rodillas y le rindieron homenaje. (Mateo 2, 1-12).

Aprendemos a descubrir la presencia de la luz de Dios en nuestras vidas. Con la presencia de Cristo se cumplen las promesas hechas a Israel. En la Epifanía celebramos que Jesús vino a salvar no solo a Israel sino a todos los pueblos. Él se convierte en luz para todas las naciones. Ese es el motivo de la solemnidad que nuestra Iglesia celebra: “La Epifanía del Señor”.

700 años antes de la Encarnación del Hijo de Dios, hubo un profeta que presentó al mundo el comunicado de Dios: Levántate y sonríe Jerusalén que ya llega tu luz y brilla en ti la gloria del Señor. (cf. Isaías 60, 1-6).

Ese es el profeta Isaías, que descubre la Jerusalén futura, la imagen de la Iglesia iluminada por la luz, la estrella que desde el firmamento indica el camino y la razón por la cual todos los pueblos de la tierra adorarán a aquel que nació para vencer el mal con la fuerza del bien (cf Mateo 5, 39-42); vence el pecado y no permite que la tentación destruya a la persona (cf. Mateo 4, 1-11). Vence la muerte y la convierte en eternidad, (cf. Juan 6, 47-50). Él es la luz del mundo, (cf. Juan 8,12).

El objetivo de la Epifanía es la manifestación y presencia del Hijo de Dios. Cómo no entender que es supremamente necesario que la luz de Dios brille en cada uno de nosotros: que la bendición de Dios sea la que preceda los actos humanos. Así lo recomienda Yahveh a Moisés, para que se lo enseñe a Aarón: “El Señor haga brillar su rostro sobre ti y te sea propicio; el Señor vuelva hacia ti su rostro y te conceda la paz” (Números 6, 22-27).

Dios se revela en cantidad de circunstancias, aprovecha múltiples ocasiones, es incansable, no se detiene, su vida es una energía constante de luz, de resplandor, de fortaleza, de perdón, de sabiduría, de gozo y esperanza.

Él mismo dispuso las cosas, preparó diligentemente este acontecimiento, dejó las bases de la fe, la luz y la verdad, para conocerlo a él; no permitió que ninguna fuerza se opusiera a sus deseos: todo estaba debidamente calculado.

“Los magos le ofrecieron como regalo; oro, incienso y mirra. Y como Dios les indicó en un sueño que no volvieran a donde Herodes, regresaron a su tierra por otro camino”. En Dios no hay lugar para la equivocación. Cuida tu salud: quien se deja guiar por la estrella de Belén, siempre contará con la luz de la vida.

Arquidiócesis de Ibagué

Comentarios