La Cuaresma es el signo sacramental de nuestra conversión

Jairo Yate Ramírez

El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían”. Marcos 1, 12-15. Durante el tiempo de la cuaresma debemos tener nuestro pensamiento puesto en Cristo, mientras él oraba y ayunaba en el desierto y resistía las tentaciones del demonio.

La primera Cuaresma la vivió Jesús. Tres milenios después la seguimos celebrando, viviendo y aprendiendo cada vez más de su sentido pleno y la razón de la propuesta evangélica. Jesús fue al desierto para vivir la experiencia fundante del pueblo de Dios, para salir de allí vencedor. El Valor que se destaca en este evento es la fidelidad; la gracia es la fortaleza y el éxito es perseverar. El apóstol Santiago considera como un verdadero gozo, el hecho de someterse a las pruebas y tener la suficiente paciencia, para llegar a ser personas perfectas e íntegras, (cf. Santiago 1, 2-4).

Lo que el Hijo de Dios demuestra es la razón por la cual muchos se han perdido en este mundo. No hemos tenido la suficiente fortaleza y voluntad para permanecer fieles a las cosas de Dios. Las tentaciones nos limitan para crecer en el bien y en la verdad. El camino de la conversión inicia con el Miércoles de Ceniza y termina con la Vigilia del fuego, del agua y de la luz. Así lo entiende, lo enseña y lo practica la liturgia católica cristiana. Según la Sagrada Escritura, el periodo del desierto fue el tiempo del noviazgo de Dios con su pueblo; pero también el tiempo de la rebelión y de las murmuraciones del pueblo contra Dios. La solución era buscar el verdadero arrepentimiento de todo lo que había sucedido y comenzar a buscar la fuente de Dios. Los dos movimientos son: practicar los mandamientos prescritos por el Señor, (cf. Deuteronomio 8,1). Lo segundo, las pruebas de Dios buscan la superación de cada persona (cf. Deuteronomio 8, 2-7).

Cuaresma debe ser una experiencia de liberación, no de esclavitud. Hay que abandonar la situación de pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios. Todo lo que hoy nos impide y estorba en nuestro camino hacia Dios, se transformarán en ceniza algún día y, por tanto, no vale la pena poner en ellas nuestro corazón. Hay que salir al desierto y privarnos de los placeres y de las comodidades materiales para practicar la misericordia con los demás. Las obras de misericordia son eternas, ellas no se transforman en ceniza. El Papa Francisco en su homilía del tiempo de cuaresma, advierte que, “la tentación del demonio tiene tres características y nosotros debemos conocerlas para no caer en las trampas. ¿Cómo hace el demonio para alejarnos del camino de Jesús? La tentación comienza levemente, pero crece: siempre crece. Segundo, crece y contagia a otro, se transmite a otro, intenta ser comunitaria. Y al final, para tranquilizar el alma, se justifica. Crece, contagia y se justifica”. Cuida tu salud: Hay que corregir aquello que no está en consonancia con una buena vida cristiana. Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.

Arquidiócesis de Ibagué.

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