El título de la gloria, está en el experiencia de la cruz

Jairo Yate Ramírez

-«°°° “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. Os aseguro que, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. °°° Juan 12, 20-33. El Hijo de Dios anuncia su glorificación por la muerte. Jesús no quiere atraer las multitudes porque hace milagros. Él no se deja seducir por la gloria fácil que puede obtener de los hombres. Él quiere que nosotros volvamos los ojos hacia la Cruz, porque allí está su máximo título de gloria. Jesús es un Dios crucificado. Su misión es provocar que todos aquellos que creen en Él tengan una pista para su propia salvación: “Yo cuando sea levantado de la tierra atraeré a todos hacia mí”. (Juan 12,32).

Es necesario aprender a leer desde la fe el imprevisible método que escoge el Hijo de Dios para ofrecer la eternidad. Se supone que un gran líder se mueve permanentemente en los espacios de la fama, la gloria, los homenajes; nuestro gran Señor no lo pensó así, el efecto tendría que venir después: por ejemplo, “mirarán al que traspasaron” (Juan 19,37). La muerte de los mártires deja en el presente una fuerte convicción de la acción del Espíritu Santo, y en esto se distingue un martirio de las otras muertes. La muerte del Maestro eterno fue tan impactante que alguien se atrevió a decir: “verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Marcos 15,39).

A nadie le gustaría terminar colgado en una Cruz; quizás no vamos a tomar esa decisión porque amamos más la vida terrena que la eterna. Nos parece que todo logra su máximo sentido en esta vida pasajera. El Maestro nos corrige: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre”. (Juan 12,23).

Dependiendo de la mirada cristiana de ese leño de la Cruz, vamos a encontrar la plenitud de un héroe, de un líder, de un caudillo, de un salvador. Allí pende la gloria del hombre que aprendió en su vida a ser fiel a su Señor, a ser obediente a pesar de las terribles circunstancias, a entender el sacrificio como el derramar su sangre por la causa de los demás. Cumplió perfectamente su misión: “Todo se ha cumplido” (Juan 19,30); pudo ser obediente: “hasta la muerte, muerte de Cruz” (cf. Filipenses 2, 6-11). Él mismo se convirtió en fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen (Hebreos. 5, 9). El Papa Francisco en una de sus audiencias advertía cómo la virtud de la esperanza es una excelente vía para vencer el mal y dar esperanza al mundo: “La esperanza supera todo, porque nace del amor de Jesús que se ha hecho como el grano de trigo caído en la tierra y ha muerto para dar vida y de esa vida llena de amor viene la esperanza”. Cuida tu salud: Quien ama pierde poder, quien dona se despoja de algo.

Padre, Jairo Yate Ramírez

Arquidiócesis de Ibagué.

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