Lo que más nos une a Dios, es su gracia

Jairo Yate Ramírez

-«°°° Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” °°° Juan 15, 1-8. Con la alegoría de la vid, el Hijo de Dios enseña verdades fundamentales: Aclara cuál es nuestra relación con él; no es simplemente la de Maestro a discípulo, ni la de un líder con sus seguidores, ni la de un superior con sus subordinados; la relación nuestra con Jesús es vital, como la del sarmiento con la vid.

Ambos comparten la misma vida. Lo que más nos une profundamente al Maestro es la gracia que él mismo nos transmite a través del Espíritu Santo. Así lo expresa el catecismo de la Iglesia católica: “La gracia de Cristo es el don gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para sanarla del pecado y santificarla” (cf. numeral 1999). Ahora, es totalmente seguro que sin esa Gracia no podemos hacer nada.

Todo depende de la gracia, del mismo Espíritu, es lo que el Hijo de Dios prometió a todos aquellos que pretendan seguirlo y continuar su obra: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba el que crea en mí” (cf. Juan 7, 37-39). De la misma manera lo entendió San Pablo hablando del ejercicio del ministerio apostólico al pueblo de Corinto: “El que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo y todo proviene de Dios °°°” (cf. II Corintios 5, 17-18). Ningún ser humano ha sido creado para agotar su existencia aquí en la tierra. Nuestra misión es estar unidos a la vid para dar fruto abundante y que el fruto permanezca. La dificultad aparece cuando el resultado o los frutos no son los que Dios esperaba de cada uno de nosotros: “Yo esperaba que diese uvas. ¿Por qué ha dado agraces?” (Isaías 5, 4).

Los efectos presentan la razón de la causa: La misión se va debilitando, la fe se va empobreciendo, nos vamos acostumbrando a ser mediocres con nuestra vida cristiana. Ya no estamos unidos a la vid: “Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta”. Es Dios quien nos levanta nuevamente el ánimo: “Todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto”. Cuánto nos cuesta, dejarnos corregir por la misma palabra del Señor: “Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden”.

El Papa Francisco advierte que las fuerzas del mal nos inducen a no cambiar, a dejar las cosas como están, a optar por el inmovilismo o la rigidez. Eso hace que no actúe el Espíritu de Dios en nosotros” (Gaudete et exsultate, # 168). Cuida tu salud: Dará muchos frutos en su vida, quien permanezca en el amor de Dios.

Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.

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